Si alguien dudara de presiones e interferencias improcedentes que algunos embajadores se permiten abierta y públicamente realizar en el país, bastaría leer lo que el 9 de agosto, en la página 4 de Prensa Libre publicó: «El embajador de los Estados Unidos, Estephen McFarland, dijo «la ley debe ser aprobada sin mayores cambios, creo que una ley de extinción de dominio con dientes, le quitaría recursos a los malos, se los daría a un Estado que no tiene suficientes y apoyaría los esfuerzos de ambas naciones contra el crimen organizado».
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Sólo le faltó decir que esta ley también convalidaría que las remesas familiares, los ahorros y los bienes que con el sudor de su frente hacen los guatemaltecos que trabajan en Estados Unidos y no cuentan con un permiso legal para hacerlo son malos y que se les debía de confiscar, como de hecho en ese país lo hacen, los recursos que tienen cuando son capturados.
Por otra parte, la embajadora de Gran Bretaña, Julie Chappell dijo: «la aprobación de la ley será un triunfo para el país en su lucha contra el crimen. Los bienes y finanzas que son producto del crimen organizado deben reinvertirse en la aplicación de leyes e instituciones judiciales en Guatemala, donde los jueces y otros oficiales de la ley están atemorizados de realizar su trabajo, una ley como esta sería un gran logro».
La mayoría de los guatemaltecos conscientes estamos de acuerdo que los bienes que se comprueben fehacientemente provienen del narcotráfico y del crimen organizado deberían ser confiscados y su propiedad entregársela al Estado.
Es más, estamos de acuerdo que es peligrosa la indefinición o inexactitud en una ley como ésta porque por ejemplo podría decirse que el patrimonio de un empresario o de un político proviene de un acto ilegal o inmoral si éste no pudiera demostrar el origen y haber pagado los impuestos sobre ellas; podríamos decir que un empresario del pollo y huevos no ha declarado con exactitud cuántos pollos le nacen al día, cuántos huevos produce y que por ello lleva una doble contabilidad y así es como construye mansiones versallescas, edificios, compra yates, inmensos aviones y múltiples helicópteros ilegalmente. Cómo puede ese empresario demostrar que esos bienes son legítimos si nunca ha tenido una declaración patrimonial que respalde el origen y la tenencia de bienes.
Lo mismo si alguien que jugó a la bolsa extranjera y no declaró sus utilidades-ingresos en el país o que efectúo inversiones y desarrollos inmobiliarios fuera y revirtió ese capital e intereses al país.
En todo caso, una cosa es proponer leyes, discutir la misma, escuchar opiniones de las organizaciones y poderes nacionales y otra es que públicamente nos chantajeen extranjeros y nos digan que si no queremos pasar a la lista de los malos debemos de hacerles los mandados y por supuesto «mandados» es hacer lo que ellos quieren, como quieren, cuando quieren, hecho que por supuesto en sus países no se realiza
Mejor hablemos de un TPS antes que de cualquier otra cosa, ya que esa norma es más importante para un millón de guatemaltecos y sus familias que legalizarían su estatus migratorio, sus ingresos y las remesas por más de tres mil millones anuales que envían a sus familias.
¿Nos escucha McFarland y demás extranjeros? Opinen.