La primera conferencia internacional para lograr la prohibición de las bombas de racimo se inauguró hoy en Oslo con la participación de decenas de países pero con la ausencia notable de Israel y Estados Unidos.
El gobierno noruego tomó la iniciativa de esta reunión, estimando que la Conferencia de examen de la Convención sobre armas clásicas (CCAC) de la ONU que se llevó a cabo en Ginebra en noviembre de 2006, fue un fracaso.
«Llegó el momento de admitir que necesitamos un nuevo instrumento internacional para prohibir las bombas de racimo que provocan consecuencias humanitarias inaceptables», declaró el ministro noruego de Relaciones Exteriores Jonas Gahr Stoere, que inauguró oficialmente la conferencia.
El ministro noruego precisó que el objetivo de la manifestación es obtener un acuerdo «de aquí a 2008».
Noruega y los otros países partidarios de prohibir estas bombas, entre los que figuran Suecia, Alemania, Mozambique y Angola, se enfrentan a la oposición de Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel.
Canadá, Francia, China, India y Rusia también se oponen a la prohibición de las bombas de racimo.
Varias agencias de la ONU así como la Coalición contra las bombas de racimo, una organización que reagrupo a las organizaciones no gubernamentales (ONG) que militan por la prohibición, también están presentes en Oslo.
Una bomba de racimo puede contener hasta 650 pequeñas bombas que se dispersan por un amplio perímetro.
Entre un 5% y un 30 % de ellas no estalla en el momento del impacto, dejando «contaminado» el lugar, pues pueden explotar años más tarde.
En 2006, el ejército israelí lanzó en Líbano al menos 1,2 millones de estas bombas, según el diario Haaretz de Israel.
Hacia finales de 2006, cinco meses después del término de la guerra de Israel en el sur de Líbano, más de un centenar de personas había muerto o resultado heridas por esos artefactos, según datos de la FINUL.
Según la ONU, unos 200 mil libaneses que debieron abandonar sus hogares durante los 34 días que duró la ofensiva israelí tuvieron que esperar varios meses para volver a sus casas a raíz de la presencia de cientos de miles de esas bombas.