Religiosos paquistaníes vinculados a los medios islamistas intentaban hoy una mediación entre los radicales atrincherados en la Mezquita Roja de Islamabad y las fuerzas gubernamentales para evitar un asalto después de una semana de mortíferos enfrentamientos.
«Los ulemas (doctores en la ley islámica) y personas relacionadas con las madrazas (escuelas coránicas) realizan los últimos esfuerzos», indicó un alto funcionario de los servicios de seguridad.
Al mismo tiempo, el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, reunía a los servicios de seguridad, fortaleciendo la hipótesis de un asalto a la mezquita, donde militantes vinculados a Al Qaeda aparentemente tienen prisioneros a cientos de rehenes, según las autoridades.
«Nosotros estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para lograr un compromiso con miras a resolver la crisis de manera pacífica», indicó a la AFP Hanif Jalandri, responsable de Wafaq-ul-Madaris, la principal organización religiosa que administra las escuelas islámicas en Pakistán. «Se han realizado propuestas y esperamos lograrlo», añadió.
El Consejo de los Ulemas Paquistaníes, una organización independiente que el mes pasado otorgó un premio a Osama bin Laden, señaló que el gobierno había solicitado su ayuda.
«Hacia medianoche, altos responsables del gobierno tuvieron los últimos contactos destinados a convencer a Abdul Rashid Ghazi (uno de los dirigentes de la Mezquita Roja) de que se rindiera», afirmó su presidente, Maulana Tahir Ashrafi.
Fuentes de los medios islamistas agregaron que también se estaban realizando esfuerzos para tratar de que ex responsables de organizaciones declaradas fuera de la ley presionaran a Ghazi.
Sin embargo, un funcionario de los servicios de seguridad sostuvo que no se trataba de satisfacer las exigencias de Ghazi, quien pide salir libre de la mezquita.
«Eso no es posible. ¿A dónde iría? ¿A India, Afganistán, los países vecinos?», declaró esta fuente.
«Ha llegado el momento de tomar decisiones difíciles», advirtió, refiriéndose a las reuniones en la oficina de Pervez Musharraf con las fuerzas de seguridad, el gobierno y sus principales asesores.
Hasta la fecha, el general Musharraf se mostró partidario de la moderación, para evitar un baño de sangre. Según un balance oficial, los enfrentamientos costaron la vida a 24 personas desde el martes pasado.
De acuerdo con las autoridades, mujeres y niños son retenidos como rehenes dentro del edificio sitiado y utilizados como «escudos humanos».
Miembros de un grupo extremista relacionado con Al Qaeda tomaron el control de la Mezquita Roja, reemplazando a Abdul Rashid Ghazi, el jefe religioso que hasta ahora dirigía a cientos de irreductibles que continúan atrincherados.
«Terroristas buscados en Pakistán y el extranjero» controlan la mezquita, sostuvo el ministro de Asuntos Religiosos, Hijaz ul Haq.
Aparentemente, 15 islamistas fueron equipados con cinturones de explosivos, indicó un alto responsable, citando la intercepción de conversaciones.
El presidente Musharraf se encuentra sometido a fuertes presiones para que ponga fin a este conflicto.
En Londres, la Conferencia de todos los Partidos (ACP, oposición paquistaní en el exilio) exigió el domingo la renuncia del jefe del Estado. Y en Pakistán, unas 20.000 personas manifestaron el lunes en la zona tribal paquistaní, gritando «todos nosotros estamos listos para la yihad (guerra santa)».
El general Musharraf también hace frente a la presión de China, un aliado tradicional y el principal proveedor de armas de Pakistán.
Las autoridades chinas condenaron el lunes el asesinato a balazos de tres de sus ciudadanos por presuntos islamistas en Peshawar (norte).
Según fuentes de la seguridad, este ataque fue una represalia por el asedio de las fuerzas gubernamentales a la Mezquita Roja.
Hanif Jalandri, responsable de Wafaq-ul-Madaris, la principal organización religiosa que administra las escuelas islámicas en Pakistán.