Flamencos de lengua neerlandesa y valones francófonos preparan difíciles negociaciones para intentar formar un nuevo gobierno, tras la espectacular victoria electoral de los independentistas en Flandes, que amenaza el futuro y la unidad de Bélgica.
La victoria de la Nueva Alianza Flamenca (NVA) de Bart De Wever en Flandes es clara y no tiene precedentes, pasando de 3% de los votos en 2003 a 28% en las legislativas del domingo.
La NVA arrasó a tal punto que los tres grandes partidos tradicionales -democristianos, socialistas y liberales- obtuvieron juntos menos de la mitad de los votos que los flamencos.
El país, aún conmocionado por este sismo, se interrogaba el lunes sobre las probabilidades de llegar a un acuerdo de gobierno y más tarde, a la apertura de negociaciones sobre la reivindicación fundamental de los flamencos. Estos quieren una autonomía máxima para la región de Flandes (norte).
Aunque De Wever intentó calmar los ánimos haciendo numerosas declaraciones de apertura y buena voluntad el domingo, los analistas se preguntaban hasta qué punto su partido, cuya finalidad es «la evaporación» de Bélgica, está dispuesto a comprometerse en conversaciones que podrían ser prolongadas para salvar la unidad del país.
Antes de las elecciones, el jefe de la NVA se había referido a dos temas tabú para los francófonos: la desaparición de la región de Bruselas y el fin de la seguridad social unificada.
«Â¿Favorecerá el bloqueo?», se preguntaba el diario de izquierda flamenco De Morgen.
Esto se descubrirá rápidamente pues el procedimiento habitual comenzará esta semana. El Rey Alberto II iniciará el lunes consultas con los presidentes de los grandes partidos.
El monarca comenzará por el vencedor, De Webver, que cuenta con un grupo de 27 diputados en la Cámara (sobre un total de 150) y que ya hizo saber que se prestaría a ello, a pesar de que no es un gran patidario de la monarquía belga.
Luego, el rey nombrará un «informador», encargado de examinar las diversas coaliciones políticas posibles antes de presentarle un informe, y luego, sobre esa base, un «formador», que debería constituir el gobierno.
Puesto que De Wever no aspira al puesto de primer ministro, el interés se ha concentrado en jefe del Partido Socialista Francófono (PS), Elio di Rupo, que llegó a la cabeza en su comunidad.
La tradición consiste en confiar la dirección del gobierno a la «familia» política que a ambas partes de la frontera lingí¼ística obtuvo más bancas. Es el caso de los socialistas de ambos bandos, que entre los dos conquistaron 40 escaños.
La prensa belga constata unánimemente que los dos hombres tienen el destino del país en sus manos. Se trata de un equipo considerado improbable hasta hace poco tiempo, ya que la NVA es francamente de derecha.
Por otra parte, para De Wever, el hecho que Walonia vote a izquierda y Flandes vote sistemáticamente por la derecha es uno de los factores que convierten a Bélgica en un país ingobernable.
Sin embargo, el diario económico flamenco De Tijd recordó irónicamente el lunes que en 2007, la NVA atacó el «nudo que había que desatar», aludiendo a la a la corbata pajarita que en la época llevaba di rupo.
En esa época, el líder socialista encarnaba para los independentistas flamencos todas las taras –clientelismo, falta de eficiencia, corrupción– que ellos atribuyen al sector francófono de Bélgica.
No obstante, el PS tiene una ventaja para los nacionalistas flamencos: la de una flexibilidad a priori mayor ante las reivindicaciones ligí¼ísticas e institucionales de Flandes, siempre que a cambio obtenga los medios para mantener a Bruselas y Walonia.