Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí».
De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama». (Lucas 22:19 y 20)
Estas son, a mi juicio, las palabras más relevantes de todo el Nuevo Testamento. Son las palabras preciosas que dijo el hijo de Eloím, Yahvé, Jehová o como el cristiano quiera llamar al Creador del universo en su última cena como Hombre en esta Tierra.
El Señor Jesucristo, hijo unigénito de Yahvé y primogénito de María, quien lo concibió siendo muy joven y virgen, -Y despertando José del sueño, hizo como el íngel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús (Mateo 1:24 y 25), explicó así el pacto que hizo con la humanidad entera, por medio del derramamiento de su sangre.
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.(Mateo 5: 17 y 18)
En sus enseñanzas Jesús liberó a la ley de las añadiduras humanas y de las falsas interpretaciones. Sus seguidores hoy ya no están bajo la ley mosaica con sus regulaciones ceremoniales, según Hechos 15: 10: Ahora pues, ¿Porqué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? O conforme a Gálatas 5:1y 2: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo.
Sin embargo, los mandamientos de Dios están vigentes, pues el mismo Jesús los citó en algunas oportunidades y el decálogo de los mandamientos de Dios inician de esta forma: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tengáis dioses ajenos delante de mí.
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.(í‰xodo 20: del 1 al 6.)
La palabra de Dios es clara en las Sagradas Escrituras. í‰stas instruyen perfectamente sobre cuál es la voluntad de Yahvé Dios, cuál es la voluntad del Señor Jesucristo y cuál es la razón de Su venida a este planeta en la forma de un hombre humilde.
La Cena del Señor debe conmemorarse en su justa dimensión, como í‰l lo pide a sus discípulos (Lucas 22:19,20) y debe obtenerse el conocimiento de qué es lo que se conmemora, cómo debe realizarse esa conmemoración y porqué debe conmemorarse, escudriñando las Escrituras, como í‰l lo manda.