Insolente, absurdo y torpe atropello a La Hora


   A lo largo de mi actividad periodí­stica, que se remonta a mis años juveniles en la década de los sesentas, le he trabajado a diferentes medios, tanto radiales como televisivos, pero fundamentalmente mi labor de reportero, jefe de redacción o de información y columnista lo desarrollé en los desaparecidos diarios impresos El Gráfico, La Nación y El Imparcial y antes de anidar en La Hora mi firma figuró en las páginas de opinión de Prensa Libre.

Eduardo Villatoro

   Sin el menor ánimo de menoscabar la importancia de aquellos periódicos y de la huella que dejaron en mi vida de periodista, en La Hora vine a encontrar desde hace 5 años refugio a mis anhelos, alas a mis ilusiones, fuerza a mis convicciones y aliento a mis esperanzas, especialmente porque jamás he sido objeto de un lejano amago de censura, y porque mis básicas creencias de ciudadano que piensa, sueña y lucha por una patria libre y una sociedad sin profundas desigualdades, coinciden con los postulados que cimentó en las columnas y los aleros de La Hora el recordado maestro don Clemente Marroquí­n Rojas, que en su tiempo mantuvo en alto su hijo í“scar y que actualmente eleva con dignidad, decoro y valentí­a mi querido amigo í“scar Clemente.

   El director general de La Hora es un periodista que no se constriñe a teorizar sobre la necesidad de preservar la libertad de expresión del pensamiento, sino que en sus propia casa mediática tolera y respeta las opiniones adversas y hasta ha dado cabida al insulto en contra suya en el portal del vespertino. No se ampara en lo que dice la ley de la materia en lo que atañe al derecho de respuesta de funcionarios públicos, y de ahí­ que personas que han fungido o ejercen cargos en el Estado, incluyendo del actual Gobierno, cuentan con las páginas de este diario para defenderse de supuestos agravios o para explicar sus posturas.

   Por eso mismo, resulta absurda, torpe e insolente la afrenta sufrida por La Hora la semana anterior por empleados de baja estofa del Ministerio Público, que violaron la Constitución de la República y la Ley de Emisión del Pensamiento.

   El fiscal general Amí­lcar Velásquez Zárate tuvo el tino de presentar sus excusas a í“scar Clemente por ese atropello y se deslindó de ese hecho repudiable al advertir que los empleados del MP que procedieron arteramente contra La Hora, lo hicieron sin el conocimiento suyo, pero no debe quedarse en la disculpa, sino ordenar una investigación que esclarezca la identidad de los autores intelectuales de la tropelí­a, para deducir responsabilidades.

   (El martes falleció mi entrañable amigo y cuñado José Luis Arango y el jueves fue asesinado mi camarada y paisano el abogado Jorge Mario Cifuentes de León. Mi renovado pésame a sus esposas, hijos y hermanos).