No me cabe duda alguna que Mario Antonio Sandoval es un columnista de Prensa Libre de gran valía, por ello quise referirme a su «Catalejo» publicado el pasado lunes 9 de noviembre, en él se refiere a las conveniencias o inconveniencias de permitir en nuestro país la reelección de los presidentes. Mis pocos lectores saben bien que por principios no soy partidario de ella, pues tomo en cuenta el cúmulo de factores que inciden desfavorablemente para que un régimen democrático sea realidad en Guatemala. Mario Antonio dice: «A mi juicio, la posibilidad única de la reelección es aquella autorizada luego de pasado al menos un período desde el final de la Presidencia o sea cuatro años después». De mi parte, ni siquiera esa posibilidad es conveniente, por cuanto bien sabemos de qué pata han cojeado. Si estoy equivocado, a las pruebas me remito o ¿habrá alguno de los presidentes que ocuparon la primera magistratura desde 1985 a la fecha que llene las expectativas para reelegirlo?
Después de haber visto tantos muertos acarrear basura sería un error si el pueblo no lucha denodadamente para eliminar la práctica de la reelección tanto para diputados, alcaldes, como dejar exactamente igual la norma constitucional actualmente vigente para quien quiera optar al cargo de Presidente o Vicepresidente (Artículo 186). A mi manera de ver las cosas, es imposible compararnos con otros países que sí permiten la reelección o que utilizan cualquier forma distinta para su designación. Para empezar, ni por asomo tenemos la misma cultura; los electores seguimos votando por intereses o emociones y no atendiendo a un raciocinio tal que permita una adecuada selección; los candidatos son producto de una degradante organización política partidaria o ¿alguien podrá creer a estas alturas que provienen de elecciones «primarias» amplias y libres analizadas por sus bases? Finalmente, ¿por qué no mejor preguntarnos la razón por la cual la gente honrada, capaz, inteligente y suficientemente preparada que hay en el país, quiéranlo o no, evade participar en lides políticas?
La respuesta es obvia. Porque si en todas partes se cuecen habas, en nuestro país hasta se pasan de cocimiento. Entonces, la solución no es permitir que el diputado, el alcalde o el presidente sigan haciendo lo que les venga en gana con tal de seguir agarrado a la silla o a la curul contra viento y marea, prestándose a toda clase de movidas y pisoteando los principios morales y éticos que hace rato dejamos tirados a saber por dónde. La solución está en revolucionar nuestro comportamiento político basado en beneficiar a las grandes mayorías y no solo a quienes se aferran a los chances con pegamento epóxico. En otras palabras, creo que es mejor olvidarnos de seguir haciendo lo mismo y a cambio, construir procesos electorales que realmente llenen los requisitos de una verdadera democracia y no un mal remedo de la misma.