Insistentes desafíos al órgano electoral


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Quiérase admitir o no y aunque algunos empedernidos pesimistas externen opiniones en contrario, la elección de los diez magistrados titulares y suplentes del Tribunal Supremo Electoral para el período ya iniciado, ha despertado prudentes, sobrias y limitadas expectativas en torno al futuro inmediato de esa institución y su influencia en la actividad de los partidos políticos, fundamentalmente en lo que incumbe a las campañas anticipadas y al financiamiento de sus programas de proselitismo.

Eduardo Villatoro


Dos son los factores esenciales que han provocado moderada confianza en las nuevas autoridades del TSE. La primera consiste en el deslucido desempeño de los magistrados anteriores, tanto en lo que afecta a su debilidad para imponer disciplina a los dirigentes nacionales de las organizaciones políticas, básicamente en el desaire de éstos a las inútiles sanciones económicas por realizar adelantadas actividades de proselitismo para las próximas elecciones; aunque debe reconocerse que las penas pecuniarias de montos tan ridículos no es responsabilidad de los anteriores y actuales magistrados, por una parte; y por la otra, la ausencia de firmeza en lo atinente a convalidar resultados de elecciones de alcaldes y diputados en algunos distritos, que contribuyó a soliviantar los ánimos de vecinos que inconformes con los desenlaces iniciales ejecutaron movimientos de protesta con sus ingredientes de violencia colectiva.

Otro factor que considero importante para estimular esa relativa certidumbre en las actuaciones de las nuevas autoridades del TSE, radica en la función transparente, hasta donde las circunstancias lo permiten, atribuida a la respectiva Comisión de Postulación, que le sirvió un pastel libre de impurezas al Congreso, para que los diputados no enfrentaran muchos tropiezos en su tarea de escoger las tajadas que consideraron más límpidas, aunque, como sería imposible esperar otra reacción de los parlamentarios, entraron en la ya tradicional etapa de negociaciones partidarias para escoger a los funcionarios del órgano electoral, con el agregado de que –hasta donde se tiene conocimiento, también– nadie de los elegidos ha sido objeto de señalamientos acerca de pasadas actuaciones turbias en su ejercicio profesional o institucional, excepto por las críticas a que dos de los noveles magistrados fueron respaldados por el partido oficial, elemento que pese a que se aprecie de ser sesgado, forma parte de la idiosincrasia  política e ideológica aquí como en Perú, Singapur, Italia, Japón o Noruega, aunque en Guatemala ha alcanzado graves ribetes de perversidad e inescrupulosidad.

El caso es que los recién estrenados magistrados /as del TSE encaran delicados desafíos desde sus posiciones oficiales y personales, de manera que son mínimos los márgenes tolerables de error ante el escrutinio de los guatemaltecos.

Ya habrá tiempo y espacio para abordar otros aspectos sobre este mismo tema,

(Romualdo Tishudo, admirador de un/a magistrado/a, le envía este plagiado mensaje: –Te dejo un abrazo para los malos momentos, que en los buenos, como ahora, te sobrarán amigos).