Aunque en el discurso del «libre mercado» se propone que debe existir la «libertad individual» para hacer negocios sin ningún tipo de regulación, y de esta manera generar empleos y aportar a la economía nacional, existen otras «libertades» que se supone acompañan esta dinámica de mercado. Por ejemplo, la «libre competencia».
Cuando el principio de «libre competencia» se impulsa en las economías capitalistas, en efecto puede traer como resultado una baja en los precios. Lo estamos viviendo en Guatemala con la competencia de los restaurantes de comida rápida.
Lo que pongo en duda de este principio es que con la libre competencia se pueda satisfacer la demanda de servicios básicos como salud, educación, vivienda y alimentación de poblaciones tan vulnerables como las que viven en nuestro país. Por más libre competencia que haya, pienso que es imposible que se sustituya el papel que el Estado puede llegar a cumplir si ejerciera el papel que le corresponde constitucionalmente de garantizar los derechos sociales fundamentales de las personas.
Con el Tratado de «Libre Comercio» con Estados Unidos, o DR-CAFTA, sus promotores aseguraron que la «libre competencia» provocaría que la entrada de productos sin pago de arancel aumentara la oferta, y con ello el costo para el consumidor sería menor.
A cuatro años de la ratificación de este convenio comercial, se pueden dar argumentos para decir que los principios del libre mercado no sirven para garantizar los derechos sociales básicos.
Con la entrada del DR-CAFTA, la importación de granos básicos ha tenido un crecimiento acelerado y sostenido. Como resultados, se estima que un 90% del consumo de arroz nacional proviene de las importaciones. Asimismo, un 70% del maíz amarillo que se utiliza en el país es importado. Igualmente, se depende casi en un 100% de las importaciones de trigo para satisfacer el consumo nacional.
Como resultado de esta dependencia alimentaria, el país se vio más afectado con la crisis de los precios internacionales de los alimentos. Entre enero 2006 y enero 2009 el pan francés se ha incrementado un 75%, el maíz amarillo un 62%, el arroz un 70% y la harina de trigo un 39%, mientras el pollo aumentó un 31%.
La entrada al país de granos básicos -subsidiados- de los EE.UU., desincentivó la producción nacional de estos productos destinada a la alimentación de la población. Se pretendía que los productores de estos granos, en su gran mayoría campesinos que producen a baja escala, compitieran con la producción subsidiada del norte.
Otro elemento que explica esta alza desmedida, a tiene mucho que ver con el monopolio de los contingentes de importación libres de arancel que provienen del TLC-CAUSA. Indagaciones de la Coordinación de ONG y Cooperativas -CONGCOOP- señalan que la importación de granos básicos está controlada por un oligopolio.
Se pretendía que algunas cooperativas sin grandes recursos compitieran e importaran los contingentes de harina de trigo y maíz amarillo que están controladas por corporaciones tan poderosas como multiinversiones. Esto es imposible, y sin competencia los consumidores no nos estamos beneficiando del «libre mercado» y la «libre competencia». Pero tampoco con sectores, como la industria farmacéutica nacional que si puede competir, el principio del libre mercado funciona. Lo argumentaré en la próxima publicación.