Un sobrino me comentó que casualmente sostuvo una charla superficial con uno de los comisionados del Presidente (cuyo nombre omito para no comprometerlo), ocasión que aprovechó para preguntarle si el gobernante no escucha consejos de funcionarios sensatos, a propósito de decisiones precipitadas que adopta o declaraciones desatinadas que posteriormente se ve obligado a retractarse.
Según mi pariente, el aludido consultor le respondió secamente, alejándose del entrometido:- ¡Si usted supiera la rosca que rodea al señor Presidente…!
Traigo a colación esta anécdota porque, como lo he dicho otras veces, el general Pérez Molina no es el tradicional militar del que los guatemaltecos hacen blanco de chistes y bromas, siempre a sus espaldas, sino que se trata de un oficial inteligente y cultivado –al margen de otras particularidades– como lo ha demostrado en más de una ocasión, y hasta ha tenido el valor cívico de rectificar resoluciones equivocadas.
Pareciera ser, empero, que pesan mucho sobre él consejos de funcionarios cercanos a su inmediato entorno que no les importa los intereses de la población, sino los personales, ni el concepto que sus compatriotas se forjen del gobernante.
Recuérdese el mayúsculo error que cometió al ofrecer el insustancial apoyo de Guatemala al presidente norteamericano en su desafortunada pretensión de atacar a Siria, de la cual Obama tuvo que dar marcha atrás por razones conocidas, quedando en ridículo en el escenario internacional el mandatario guatemalteco, a causa del grave equívoco de su Canciller.
Hasta el momento ignoro si el Presidente persiste en su intención de intervenir la SAT, o si atendió las opiniones de numerosos sectores sociales y grupos políticos, incluso de diputados de su propio partido, que consideran que esa resolución es inconstitucional e inconveniente, abundando en sólidos razonamientos.
Lo que si ya no tiene chapuz es el desliz en que incurrió dentro del marco de la Cumbre de Negocios celebrada en Guadalajara, México, cuando el presidente Pérez Molina, sin que se lo preguntasen ni el asunto que abordó viniera al caso, declaró que él, como el resto de guatemaltecos, están “sufriendo”, conjuntamente con los mexicanos, a causa de que la selección de futbol del hermano país aún no ha clasificado para participar en el Mundial de Brasil. ¡Uffff…!
El gobernante pasaría por alto que esa apreciación se tomaría como fingida, aduladora y oportunista, por no decir chaquetera, o el presidente Pérez Molina está muy alejado del pueblo al que gobierna, porque si de algo se han alegrado millones de guatemaltecos es que el combinado azteca esté a punto de quedar eliminado, y no porque se deteste o aborrezca al pueblo mexicano, precisamente.
Al contrario, se le respeta y agradece por ser tan hospitalario y generoso con los chapines, especialmente con miles de familias campesinas que fueron albergadas por autoridades y poblaciones de la vecina República, durante la guerra interna. El regocijo del aficionado guatemalteco obedece a la arrogancia de comentaristas televisivos de fútbol, que califican con extremo desdén, exagerado desprecio a los futbolistas centroamericanos, incluyendo a los compatriotas, por supuesto.
(El borracho Romualdo Tishudo tropieza con un militar y se excusa: –Disculpe, mi sargento. –¡Cómo que sargento! ¿No ve las estrellas?, reclama el oficial. El ebrio repone: –Muy bien; disculpe, mi cielo).