Inquietud por libreta de abastecimiento


Una mujer cubana va con su cartilla de raciones para pedir su dote de alimentos. FOTO LA HORA: AFP ADALBERTO ROQUE

Con sus jabas en mano a medio llenar de arroz, frijoles y plátano, Obdulia y Sergio debaten acaloradamente en una bodega de La Habana la conveniencia o no de que el realismo económico de Raúl Castro termine con un sí­mbolo del igualitarismo de la revolución: la libreta de abastecimiento.


«A partir del 1 de noviembre chí­charos a 3,50 la libra (30 centavos de dólar el kilo)» y «Papa liberada a peso la libra (menos de diez centavos el kilo)», eran los letreros que, escritos en las pizarras de las «bodegas» y «puestos de vianda», donde se vende la canasta básica subsidiada, atizaba la discusión entre los dos ancianos.

Jubilado del ejército, Sergio Alonso, de 80 años, dice estar claro en lo que tiene que hacer el presidente Raúl Castro: «Libreta para el que trabaje y para el que necesita. Hay que quitarla al vago, al que anda en la resolvedera (negocio) con lo que le roban al Estado».

Su vecina y amiga, Obdulia Robert, de 77, afirma que con la «chequera» y la pensión de unos 200 pesos (8 dólares) que cobra como trabajadora de limpieza, no puede estar «nunca» de acuerdo con que le quiten la libreta.

«Â¡Concha, vieja! No puede morir, si muere la libreta nosotros también. ¡Qué va!», dice la mujer, con su cartilla de racionamiento en la mano, en la puerta de la bodega instalada en un antiquí­simo edificio esquinero del casco histórico de La Habana.

Por la «libreta» el chí­charo -guisantes- y las papas costaban menos de la mitad, pero su venta estaba racionada. Es el segundo recorte de la cartilla en el último semestre, luego de que la cuota de frijoles se redujo en una tercera parte y la sal en casi la mitad.

Creada en 1963, cuatro años después del triunfo de la revolución de Fidel Castro, la «libreta» distribuye equitativamente -incluso a opositores- una cuota mensual de arroz, frijoles, azúcar, pollo, aceite, pan, café y huevos a precios muy subsidiados, pero se fue estrechando y los cubanos deben completarla en el mercado negro o en tiendas en divisas a costos muy altos.

«Si van a ir quitando todo poco a poco, mejor que acaben de quitarla si total sólo nos da para 10 dí­as de comida», dijo una ama de casa en una bodega de un barrio del este de la capital.

El tema está en la mesa de debate nacional. Satisfacer la canasta básica sigue siendo el principal reto del gobierno, ahora mayor por los efectos de la crisis internacional y de los huracanes de 2008 que dejaron pérdidas por 10.000 millones de dólares.

Pese a los esfuerzos por elevar la producción, la despensa cubana depende en buena medida de las importaciones. El Estado debe hacer fuertes desembolsos -2.500 millones de dólares en 2008- para comprar alimentos, y peor aún, en tierras lejanas debido al embargo que Estados Unidos aplica a Cuba desde 1962.

«Nos hemos adaptado a la libreta y hay que adaptarse a los cambios. No importa que la quiten si tuvieras con qué comprar. El problema sigue siendo el mismo: el salario», dice Magalis Suárez, quien como enfermera gana unos 20 dólares al mes, tres más que el sueldo mí­nimo.

El diario Granma opinó recientemente que «la cartilla fue una necesidad en un momento determinado». «Para que nuestro proyecto socialista salga adelante debe predominar en cada uno de nosotros la racionalidad. La justicia social no es el igualitarismo, es la igualdad de derechos y oportunidades», agregó.

Como parte de su polí­tica de ajuste y eliminación de altos subsidios, Raúl Castro empezó el 1 de octubre a cerrar comedores obreros, creados también en 1963.

«Tratar que las masas participen en la solución de sus propios problemas y no esperar que papá Estado venga a resolverles y como los pichones: abre la boca que aquí­ tienes tu comidita. Así­ no es», afirmó el comandante Ramiro Valdés.

Sergio y Obdulia en el fondo están de acuerdo. Para él es una «boberí­a quitar la libreta en el socialismo, aunque hay que modificarla» y ella lo que quiere es ir, con cartilla y jaba (bolsa), a comprar con unos 35 pesos (dólar y medio) lo elemental para sobrevivir… «y lo demás a resolver por ahí­».