El Departamento de Estado norteamericano, que ya tiene problemas para asignar los puestos en Irak, debe ahora enfrentar el tema del regreso de sus diplomáticos desde zonas de guerra, quienes sufren el mismo estrés postraumático que los soldados que vuelven de combates.
Para medir el fenómeno, el servicio médico del Departamento de Estado comenzará este mes a enviar cuestionarios de salud mental a unos mil 400 responsables que han servido en Irak desde marzo de 2003, fecha de la invasión norteamericana, dijo el portavoz Tom Casey.
Los equipos de apoyo serán puestos en servicio a partir de junio para ayudar a los «ex» de Irak, pero vuelven también de otros países peligrosos donde el estrés es tal que los diplomáticos deben permanecer sin sus familias.
«Nuestros diplomáticos, funcionarios y empresarios cumplen una gran parte de nuestro esfuerzo en Irak, en Afganistán y de otros lugares muy peligrosos del mundo», declaró Casey. «Eso significa que ellos encuentran en numerosos lugares los mismos tipos de riesgos que los miembros del Departamento de Defensa», agregó.
«Estas personas hacen sacrificios no solamente al estar separadas de sus familias o por encontrarse en situaciones difíciles. Sino que en ciertos casos, a su retorno, ellos tienen síntomas que necesitan e ayuda», agregó el portavoz del Departamento de Estado.
Los cuestionarios y los equipos de apoyo serán puestos en servicio sobre base voluntaria, a fin de ayudar a las personas que sufren el síndrome de estrés postraumático u otras enfermedades.
Si bien los diplomáticos norteamericanos siempre tienen que servir en lugares peligrosos e inestables, el número de estos puestos se ha más que triplicado desde 2001 a casi 750, de ellos 200 en Irak, según Brenda Greenberg, de la oficina de recursos humanos del Departamento de Estado.
Los otros puestos que necesitan que los diplomáticos dejen a su familia, están en Afganistán, Pakistán y Arabia Saudita, agregó.
El Departamento de Estado ya se vio obligado a aumentar los salarios y las primeras de carrera para incitar a los cuadros del servicio exterior a aceptar puestos cada vez más numerosos en Irak, donde los diplomáticos rara vez salen de la «zona verde», el sector protegido de Bagdad.
Pero, incluso dentro de esa zona, las condiciones de vidas son espartanas, la mayor parte del personal duerme en pequeños remolques, y los ataques con morteros y cohetes son frecuentes.
El tema se tornó más difícil todavía después de que el presidente estadounidense George W. Bush lanzó a comienzos de año su nueva estrategia para Irak, que prevé duplicar el número de equipos de reconstrucción estacionados en ese país.
Estos equipos que combinan civiles y militares son manejados por responsables del servicio exterior, pero están compuestos en su mayoría por empresarios que están preocupados por la investigación y los equipos de apoyo puestos en práctica por el Departamento de Estado.
Un diplomático que ha servido en varios puestos difíciles, que habló bajo condición de anonimato, minimizó las afirmaciones según las cuales el número de casos de estrés postraumático habría aumentado. «Lo tomaría con pinzas», dijo.
Además, expresó, el Departamento de Estado tiene ya en marcha un programa de entrevistas obligatorias al regreso para las personas que han pasado más de 90 días en zonas peligrosas. Ese programa ya procura ayudar para manejar el estrés, indicó.