Se cumplió un aniversario más del golpe de Estado que el 23 de marzo de 1982 terminó con la administración del general Romeo Lucas García, teniendo ya de presidente electo al general Aníbal Guevara y siendo sustituidos por el triunvirato dirigido por el general Efraín Ríos Montt y que era integrado por el general Horacio Maldonado Shaad y el coronel Francisco Gordillo. Intencionalmente, hemos repetido los rangos militares de los mencionados. La gran pregunta es ¿Hacia dónde hemos cambiado?
En primer lugar, cambió que el mismo Ríos Montt fue derrocado por el general Oscar Mejía Víctores y luego se instaló la Asamblea Nacional Constituyente que dio origen a nuestra Carta Magna vigente. Con ello, surgió un nuevo esquema de partidos políticos y sistema electoral que abrió el poder Ejecutivo al control de civiles que, con excepción del actual mandatario, han ocupado la Presidencia.
Se firmaron los Acuerdos de Paz Firme y Duradera en 1996 y se logró un cese al fuego, pero no se afianzaron los acuerdos como para lograr que se transformaran en políticas de desarrollo. De recibir la atención internacional como actores de la guerra fría, pasamos a recibirla como actores de la guerra del narcotráfico y el crimen organizado; surgieron en este período la Procuraduría de Derechos Humanos, la Corte de Constitucionalidad, el Tribunal Supremo Electoral y el modelo de una Fiscalía General con monopolio de la acción penal.
Pero el país no ha avanzado en la dirección ni dimensión en que debería. La suposición de que la transición de todos los generales y demás militares que nos gobernaron hacia los civiles iba a transparentar el ejercicio del poder, resultó totalmente falsa. En realidad, los políticos como gobernantes se han centrado en mejorar la capacidad de hacer negocios para beneficio personal y de sus financistas.
Las necesidades de la población siguen planteándose como historias de dramatismo para la sobrevivencia en un mundo en que la “globalización” ha hecho que haya crecimiento económico al mismo tiempo que crecen la pobreza y la pobreza extrema.
La violencia se cambió del conflicto armado interno hacia la consolidación de la cultura de la muerte agravada por la impunidad que mantienen los corruptos y que impide la aplicación de la ley.
En fin, las condiciones del país en las últimas tres décadas han cambiado, pero depende de quién lo analiza. Aquellos que se han beneficiado y fortalecido por el control del poder de parte de las cúpulas, dirán que es mucho mejor, pero quienes viven la pobreza, el abandono y la violencia, dirán lo contrario.
Minutero
Hablando de transiciones,
Suárez sí que dio lecciones;
aquí, en cambio, el proceso
solo tiene retroceso