Innovación a la orden del día en universidades


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Cientos de banqueros, capitalistas y empresarios del mundo de la tecnología se congregaron cerca de la piscina del Phoenician, un hotel de lujo en las afueras de Phoenix. ¿La ocasión? Un encuentro de innovadores del mundo de la educación.

Por JUSTIN POPE
SCOTTSDALE / Agencia AP

Los huéspedes bebieron y reinó un ambiente animado. Los grandes –curtidos en las batallas de la recesión y apuntalados por la tecnología– están siendo cortejados por las universidades.

Abunda el dinero de inversionistas, al punto de que el año pasado surgieron 168 ambiciosas empresas nuevas con capital de riesgo, una cifra récord, según los organizadores de la conferencia, GSV Advisors. El poder de «la nube» y de las «bases de datos» facilita el lanzamiento de nuevo software. Los funcionarios públicos, desesperados por reducir costos y medir los resultados, se muestran abiertos al cambio.

Y pareciera que todo el mundo habla de los MOOCs, los Massive Open Online Courses, o cursos online masivos, que ofrecen las universidades de elite y que atraen a millones de estudiantes de todo el mundo. Como ocurre con tantas innovaciones, desde la bombilla eléctrica hasta el internet, la tecnología surge mayormente en Estados Unidos y tiene un impacto global.

Una de las consecuencias de la crisis económica que estalló hace cinco años fue que se trató de hacer la educación universitaria más eficiente. Otra fue la llegada de una generación que exigía que las universidades adoptasen la alta tecnología, que ya había transformado otros sectores de la economía.

«Después de convivir cinco años con las tabletas y con el iPhone, el consumidor está harto de que le digan ‘esto no se puede hacer»’, expresó Brandon Dobell, socio de William Blair & Co., una firma de investigaciones y banco de inversiones de Chicago.

Si bien la tecnología está en el corazón de esta ola de innovaciones, hay mucha gente que dice que es apenas una herramienta para llegar a algo más grande todavía. Se están abriendo fisuras en la antigua estructura de la educación superior y muchos se preguntan cuál es la función de una universidad en la era moderna.

Ya hay una reestructuración en marcha. Las clases y los diplomas no están asociados con una sola universidad, del mismo modo que iTunes ha puesto al alcance de la gente canciones individuales, si necesidad de comprar el álbum, y el internet ofrece programas de televisión sin necesidad de contratar costosos paquetes de cable.

La tecnología no solo está cambiando el aspecto tradicional de la educación superior sino que la está haciendo evolucionar a lo largo de dos dimensiones: las del tiempo y el espacio. Esto, no obstante, no quiere decir que la universidad tradicional va a desaparecer, como afirman algunos.

En su escritorio de una empresa de telecomunicaciones de Lagos, Nigeria, Ugochukwu Nehemiah solía tomarse una hora para almorzar. Ahora come apresuradamente y se sienta frente a su pantalla a seguir los cursos de MOOC. Ya completó cursos en negocios, energía y sustentabilidad e innovaciones de gran impacto, dictados por instituciones como el Massachusetts Institute of Tecnology y la Universidad de Maryland.

Nehemiah necesita un máster para progresar en su trabajo, pero no puede costearse los gastos de un programa en el Reino Unido en el que ya ha sido admitido. Los cursos MOOC no son tan prestigiosos, pero son clases gratis, que no se ofrecen en su país y que lo ayudarán en el futuro.

«Es una forma de crecer por tu propia cuenta», dijo Nehemiah, quien tiene dos hijos. «La forma en que me expresaré en las reuniones en que participe será muy distinta a la forma en que lo haría de no haber tomado estos cursos».

Cuando edX, una empresa sin fines de lucro, ofreció su primer MOOC, sobre «Circuitos y electrónica», en el 2012, 154 mil estudiantes de más de 160 países se inscribieron (aunque solo 8 mil lo completaron). Ahora edX tiene más de un millón de usuarios que toman unos 60 cursos. Coursera, empresa con fines de lucro, tiene 4.1 millones de estudiantes. Ofrece 406 cursos y está asociada con 83 instituciones educativas.

Desde la radio hasta la televisión y el internet, la tecnología siempre prometió revolucionar la educación superior. Y de algún modo lo ha hecho, permitiendo a profesores cotizados dictar clases a miles, si  no a  millones de estudiantes. Lo que no ha hecho posible, no obstante, es una comunicación directa entre profesor y estudiante. Y no está claro si los MOOC podrán generar ese contacto. Además, apenas el 10% de los estudiantes que se registran para un curso lo completan.

De todos modos, son la forma más sofisticada de resolver el eterno problema de los estudiantes que, por distintas razones, ya sea cupos o costos, no tienen acceso a una universidad.

«Este es un territorio virgen en el que decenas o incluso cientos de miles de personas participan de la misma experiencia educativa simultáneamente», manifestó Kevin Carey, director del Programa de Políticas Educativas de la New American Foundation. «Esto nunca se había dado. Se supone que aprenderemos un montón de cosas y que ofreceremos mejores cursos en el futuro». Los MOOC son apenas un aspecto del nuevo panorama educativo.

Sal Khan, un carismático asesor de inversiones, descubrió que tenía un talento especial para explicar las cosas cuando ayudaba a dos sobrinos que cursaban una clase de álgebra en el 2004. Dos años después descargó su primer video de YouTube y en el 2008 fundó la Academia Kahn.

Hoy, su firma, con sede en Mountain View, California, tiene 6 millones de usuarios al mes en 216 países, que siguen más de 4 mil videos ofrecidos en el portal de la academia. No son cursos completos, sino series conectadas de lecciones de unos diez minutos cada una dictadas por Khan y otros especialistas, sobre todo tipo de temas, desde matemáticas hasta historia del arte.

Khan se emociona al hablar de cómo está siendo revolucionada la educación, rebasando viejas barreras de tiempo y distancia. Dice que ahora los estudiantes pueden aprender  lo que quieran y cuando quieran, sin tener que tomar, ni pagar, por cursos enteros.

«Se hable de cosas básicas o de física cuántica, se pueden satisfacer las necesidades individuales de cada persona», expresó Khan. Algunas universidades tradicionales de vanguardia están reconsiderando el concepto del tiempo.

Una mañana reciente en la Universidad Estatal de Arizona un grupo de estudiantes resolvía problemas en un curso básico de matemáticas que no se parece en nada a los cursos tradicionales. Por de pronto, no hay un profesor. Un programa de software guía a los estudiantes a su propio ritmo y les corrige errores. Y hay un instructor disponible para responder preguntas. Es un modelo más barato y efectivo que las clases tradicionales.

La mayoría de los estudiantes aprendieron todo el material y siguieron tomando cursos más avanzados.
«Hemos convertido la educación superior en una especie de modelo de fábrica en el que reunimos un grupo de estudiantes y los hacemos progresar más o menos en sintonía», comentó Richard Demillo, director del Centro de Universidades del Siglo XXI del Georgia Institute of Technology. «La gente que no da el grado es rechazada y la gente que sale adelante recibe un título».

La universidad de Arizona dividió en seis partes el material de dos semestres. Algunas clases tienen versiones aceleradas que se pueden completar en la mitad del tiempo, entre seis y siete semanas y media. Los estudiantes que las completan rápido no tienen que esperar a que comience un nuevo curso. Pueden iniciarlo de inmediato.

«Nos empezamos a preguntar por qué tenemos que atenernos a estos plazos de tiempo», manifestó el presidente de la universidad Michael Crow, quien transformó ese centro de estudios en un laboratorio de técnicas innovadoras. «Lo que queremos es intensificar el proceso liberándonos del reloj».

Los estadounidenses están incluso reconsiderando su modelo tradicional basado en créditos. Un curso representa tantos créditos. El sistema toma en cuenta el tiempo que un estudiante pasa en el aula, pero no lo que aprende. La nueva tendencia es premiar lo que el estudiante aprende, no el tiempo que pasa en el aula. Hay quienes se preguntan si los cursos por internet, sin profesor, son realmente eficientes.

«Es importante asistir a clases», afirma Abdoulaye Coulibaly, quien todos los días se levanta a las cinco de la mañana para poder estar a las ocho en la Felix Houphouet Boigy University de Costa de Marfil. «Ahí es donde están los profesores que nos van a enseñar. Si no entendemos algo, tenemos que hacer preguntas. Esa es la única forma de aprender».

Su compañera en una clase de inglés Stephanie N’Guessan tampoco estaba muy convencida de los cursos por internet. «Muchos de nosotros no manejamos la internet demasiado bien», sostuvo. No obstante, aproximadamente el 40% de los estudiantes de Coursera y casi la mitad de los de edX son de países en desarrollo.

Francisco Marmolejo, veterano educador mexicano que dirige los programas del Banco Mundial sobre educación superior, dice que los expertos están intrigados con los MOOC, pero también inquietos. Temen que ese tipo de innovaciones terminen siendo una excusa para ignorar la necesidad de contar con instituciones educativas.

Las instalaciones universitarias son «un sitio donde uno se prepara para ser un ciudadano», declaró. «Esto no es una guerra entre las nuevas tecnologías y el viejo sistema. Creo que hay que buscar la forma de integrar los dos conceptos».

De hecho, en las universidades públicas de California se está desarrollando un experimento en el que se comprobó que a los estudiantes que cursan clases MOOC les va mejor cuando también cursan clases tradicionales complementarias. Cuando no cursan esas clases, les va peor.

En 1997, señaló Marmolejo, el renombrado pensador Peter Drucker, experto en administración de empresas, pronosticó que los grandes campus universitarios desaparecerían en 30 años. Sin embargo, da la impresión de que la interacción humana es cada vez más importante.

Drucker, de todos modos, puede haber tenido razón hasta cierto punto. Las universidades «tienen que cambiar y lo van a hacer», afirmó Marmolejo. «Y la tecnología va a ayudarlas a cambiar».

Una de las consecuencias de la crisis económica que estalló hace cinco años fue que se trató de hacer la educación universitaria más eficiente. Otra fue la llegada de una generación que exigía que las universidades adoptasen la alta tecnología, que ya había transformado otros sectores de la economía.

Desde la radio hasta la televisión y el internet, la tecnología siempre prometió revolucionar la educación superior.

«Hemos convertido la educación superior en una especie de modelo de fábrica en el que reunimos un grupo de estudiantes y los hacemos progresar más o menos en sintonía» – Richard Demillo.

«Lo que queremos es intensificar el proceso liberándonos del reloj» – Michael Crow.