Inmersos en la globalización


Esta mañana recibí­ un correo del buen amigo don Manuel Menocal, quien desde los Estados Unidos tuvo la gentileza de mandarme los datos sobre una publicación relacionada con el efecto que ha tenido en el precio de los alimentos la demanda que hay para producir etanol y cómo ello ha impactado no sólo en el mercado del maí­z, sino que también en toda la cadena alimenticia. Y en Guatemala estamos inmersos en los efectos globales que tiene ese cambio de comportamiento en el mercado, por lo que no es extraño que hoy mismo se nos anuncie que los alimentos en el paí­s han subido 12% su precio, lo que contribuye a que el costo de la canasta básica supere ya los 3 mil quetzales mensuales, mucho más de lo que es el ingreso de la mayorí­a de hogares en el paí­s.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

En efecto, el Gobierno del señor Bush impulsó una polí­tica para obligar al uso de 7 mil millones de galones de combustible de fuentes renovables para el año 2012 y desde que se decretó tal medida federal, la demanda de maí­z y otros productos vegetales utilizados en la producción de etanol sufrió un incremento marcado que impactó inmediatamente en los precios y dados los usos de tales fuentes renovables en la cadena alimenticia, es natural que haya tenido consecuencias en los precios de los alimentos en general y es de suponer que en la medida en que se mantenga alto el precio del petróleo y se impulse cada vez más el uso de combustibles alternativos, como el etanol, vamos a presenciar variaciones muy importantes y hasta drásticas en el comportamiento de los precios de los alimentos.

Algunos expertos hablan de posible hambruna en muchos paí­ses pobres como resultado de la necesidad de abastecer la demanda de combustibles de los paí­ses ricos y aunque el escenario pueda parecer extremo y en algunos sentidos exagerado, tenemos que entender que esa probabilidad es real porque a la hora de establecer prioridades no será tan importante el abastecimiento de granos para el consumo de pueblos con escaso desarrollo como el que hará falta de producir los nuevos combustibles que demanda la pujante y creciente actividad económica.

El problema puede entenderse en el sentido de que para desgracia de algunos pueblos, la fuente más viable de energí­a alternativa está en el etanol que se produce a partir de productos que actualmente se usan para alimentar a la especie humana y aunque los paí­ses subdesarrollados puedan tener alguna producción de azúcares y granos como para formar parte de la oferta de etanol, ello será a costa de reducción de la capacidad de producir alimentos y ya puede uno imaginarse lo que significarí­a ello para los que menos tienen.

Dentro de las condiciones del mercado es natural que los productores estén más interesados en vender para producir combustible porque ello rinde más que el suministro del mercado de alimentos. Determinar las consecuencias de ese cambio de uso de la producción es una tarea interesante para los economistas de hoy porque habrá que prepararse para enfrentarlas, sobre todo tomando en cuenta el impacto que en el mercado de los combustibles tiene el ingreso con toda fuerza de las economí­as emergentes de Asia que parecen venir con una voracidad tremenda para abastecer sus crecientes necesidades.