Con la convocatoria del Tribunal Supremo Electoral, ha iniciado formalmente la compra de votos por los partidos políticos que se disputan los principales puestos del Estado.
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Como se ha vuelto costumbre cada cuatro años, los guatemaltecos y guatemaltecas no podremos alegrarnos por el inicio de una verdadera fiesta cívica. Lo que veremos durante los próximos cuatro meses será una intensa campaña publicitaria en donde los ofrecimientos serán la principal carta de presentación.
El sistema político guatemalteco, al igual que muchas otras instituciones del país, se encuentra totalmente debilitado, a tal punto que cada partido invertirá millones de quetzales en la producción de canciones que se trasmitirán por radio y televisión, con la única intención que el ciudadano tenga una tonadita pegajosa en la mente mientras emite el sufragio.
No faltarán los miles de afiches que inundarán los postes del alumbrado eléctrico, las pintas en las paredes de los principales pasos a desnivel, así como las gorras, playeras, pelotas, globos, piochas, láminas y algún que otro machete adornado con el sello de un partido.
La única oportunidad de participación ciudadana en Guatemala se ha convertido en una verdadera actividad comercial en donde rigen las leyes del marketing y hasta las de la demanda y oferta.
Los estrategas de las agrupaciones políticas se sentarán a analizar qué color es más agradable a la vista o qué frase queda más ajustada al gusto de la población pobre, que al final de cuentas es la mayoritaria. Sin embargo, poco se planeará para cambiar las estructuras económicas y sociales que nos mantienen en una situación de desesperanza.
La Ley Electoral y de Partidos Políticos señala que las agrupaciones que postularán candidatos tienen la obligación de fomentar la educación y formación cívico-democrática de sus afiliados.
En nuestro país, los partidos políticos copiaron la vieja táctica de los primeros españoles que se encontraron con las poblaciones indígenas de estas tierras, y al igual que hace más de cinco siglos cuando se ofrecieron espejos y lentejuelas a cambio de metales preciosos, hoy se consiguen firmas para el listado de afiliación y votos a través de juguetes de plástico y de cheques por servicio prestado en las PAC durante el conflicto armado.
No es el electorado el que ha decidido mantenerse en la ignorancia sobre lo político, son los líderes de los diferentes partidos los que se han asegurado el desinterés de la población por el ejercicio del poder, un derecho constitucional que también han convertido en mercancía.
Lo que veremos durante los próximos cuatro meses será una intensa campaña publicitaria en donde los ofrecimientos serán la principal carta de presentación.