En nuestro idioma el prefijo negativo o privativo «in» al término «gobernabilidad» significa algo que no puede ser gobernado y tristemente hay que reconocer que en esas condiciones se encuentra el Estado guatemalteco. No, no es que tenga una visión fatalista o negativa, véalo usted mismo estimado lector desde donde usted prefiera, para comprobar que algo habrá que hacer para «sacar al buey de la barranca», expresión que se hizo famosa hace ya algunos años cuando el país se encontraba en condiciones bastantes similares a la actual.
Ingobernabilidad es sentarse a dialogar para alcanzar consensos de la manera en que se van a determinar las tarifas del transporte extraurbano, pero al día siguiente los transportistas dicen que les importa un comino la disposición acordada, no saquen sus unidades a trabajar y al día siguiente acepten ponerlas en circulación pero, cobrando los tarifas que a ellos mejor les convenga. Ingobernabilidad también es que el transporte colectivo, pesado y liviano utilice nuestras calles y carreteras como pistas de carreras, en una demostración clara de anarquía y falta de educación, atropellando abusivamente a quien se le ponga enfrente, sin que el sobrino a cargo del Departamento de Tránsito, adscrito a quien dirige la Policía Nacional Civil, mucho menos las municipalidades especialmente la capitalina, puedan poner orden, control, supervisión y dirección indispensables en el tránsito de vehículos automotores.
Ingobernabilidad es que los pandilleros sigan teniendo de rodillas a las poblaciones de todo el país. ¿Cuánto llevamos sabiendo que nadie puede abstraerse de vivir asustado adentro de sus casas o establecimientos, no digamos a salir de ellas, sin que las instituciones encargadas de velar por la seguridad ciudadana puedan poner en cintura a los responsables? y ¿Qué decir del relajo que priva en los centros de detención o de una supuesta reorientación, en donde los narcotraficantes, los ex funcionarios o las maras han logrado montar verdaderos feudos en donde se hace lo que ellos quieren y no lo que la lógica, la moral, la ética o lo que las leyes dispongan?
Ingobernabilidad es que los empleados del Ministerio Público abusando de su posición lleguen a cumplir con marcado retraso sus deberes y obligaciones, impidiendo innecesariamente el libre paso de vehículos y peatones, como si fueran tan diligentes y cumplidos en hacer que nuestro país disfrute de una justicia pronta y eficaz, lo que se refleja cada vez más dramáticamente en los índices de impunidad que nos caracteriza en el concierto de las naciones. Finalmente, ingobernabilidad es vivir haciendo promesas y no cumplirlas; es ofrecer soluciones inconsistentes o muy poco probables de llevar a cabo; mentir con tal de aparentar, en vez de asumir errores cometidos. ¿A ese paso, Dios mío, adónde iremos a parar?