En las décadas de los 50 y 60, Guatemala gozó de un período económico sumamente estable. Nuestra moneda se mantenía a la par del dólar y nuestra economía prácticamente desconocía lo que era la inflación.
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En esas épocas varios guatemaltecos tuvimos la oportunidad de estudiar en Sudamérica, a mí me correspondió hacerlo en Chile, país donde existía inflación y nos permitía a quienes gozábamos de remesas en dólares, jugar con la tasa de cambio; rápidamente aprendimos a conservar nuestros «dolaritos» y cambiarlos a medida que necesitábamos liquidez, a aprovecharnos de la tasa de cambio peso dólar cuando estaba más favorable. Esta vivencia me permitió adquirir una experiencia que en Guatemala no se obtenía.
En la universidad nos enseñaron que la inflación es el aumento sostenido y generalizado del nivel de precios de bienes y servicios medido frente a un poder adquisitivo estable. El índice de inflación es la existencia de inflación -durante un período- e implica un aumento sostenido del precio de los bienes en general. Para medir este aumento se crean índices que miden el crecimiento medio porcentual de una canasta de bienes, por ello es que usamos el índice de Precios al consumidor o IPC, el cual indica la variación en el precio promedio de los bienes y servicios que adquiere un consumidor típico en dos períodos de tiempo.
El transcurrir de los años y las malas decisiones, la comodidad y pasividad del sector público, así como el indebido aprovechamiento de las acciones de los representantes privados en la Junta Monetaria, han llevado a nuestro país a perder la estabilidad económica que tuvimos y a tener inflación interna y externa en detrimento de la clase media, de las reservas del IGSS y del pequeño ahorrante.
Si analizamos el mercado de consumo de bienes y servicios, de los productos que consumimos de tipo alimenticio y de bienes y servicios, encontramos que la mayoría de la clase media y la clase alta, dependemos enormemente de las importaciones, especialmente de los Estados Unidos, lo cual es comprobable al ver el origen de los productos o consultar las estadísticas de importaciones en el Banco de Guatemala donde se corrobora que los Estados Unidos es nuestro mayor proveedor de bienes y servicios importados.
Por consiguiente, a medida que se produce aumento de costos e inflación en ese país, los mismos son automáticamente trasladados a nuestra economía, produciendo el aumento de precios debido a que todos los importadores, vendedores o proveedores de esos bienes indexan el precio y aunque el mismo se hace oficialmente en quetzales, se ajusta y la mayoría de veces se anticipa al costo de reposición que considera debe de hacer el proveedor o vendedor.
Adicionalmente a la inflación externa, tenemos que los bienes de producción nacional, los productores los homologan a lo que es el precio de venta del mercado internacional y aunque se produzcan bienes a menor costo, porque la mano de obra guatemalteca es indudablemente inferior en precio a la norteamericana, europea, mexicana, etc., el productor nacional hábilmente aprovecha la información de precios internacionales y nos vende internamente a igual o mayor precio que al precio que exporta.
En síntesis, el consumidor guatemalteco se ve afectado tanto por la inflación externa como por la inflación interna en la canasta básica y en el índice de Precios al Consumidor en general, le agrade o no tiene que cargar con ambas inflaciones, situación que no sucede con el consumidor norteamericano, panameño o salvadoreño donde la economía está dolarizada.