Característica de la época es sin duda alguna la inestabilidad climática en el país; desde el alba hasta el ocaso. Hacen acto de presencia una diversidad marcada de fenómenos naturales, por eso mismo resulta muy difícil pronosticar las condiciones en forma veraz del tiempo, al correr de las horas.
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Así las cosas desfilan en el ambiente, frío y humedad, lo mismo que lluvias copiosas hasta granizo, con el agravante de ventarrones tremendos. Inclusive, ocurren momentos calurosos sofocantes, ratos despejados que elevan el autoestima, pero después se vienen nubarrones como boca de lobo feroz.
Tampoco escapan en la línea inestable ocasiones bajo el estruendo de truenos, rayos y centellas, cuyos efectos marcan temeridad manifiesta en la población. Salen a relucir entonces toda una gama de superticiones y creencias populares, que pese al cambio social no dejan de ocupar sitio preferente en la mentalidad colectiva.
Sabido es por cuanto la experiencia cierra el pomo de cábalas y polémicas entre los habitantes heterogéneos, demostrando cuán frágil es el ser humano, al Homo Sapiens. Pusilámines unos, tranquilos otros y valerosos un considerable sector; quiere decir que la química no favorece por parejo.
La actividad diaria está sometida a dichos fenómenos naturales o eventos, debiendo acomodarse gracias a una de sus características infaltables. Ventaja viene a ser el hecho inconfundible de poderse adaptar a cualquier circunstancia o emergencia, para percibir y enfrentar a tiempo esas crísis.
Sin embargo, se doblega y estremece como hoja al viento ante las sacudidas que asolan y azotan inclemente los campos, sementeras y caminos con una energía descomunal. Los derrumbes, deslaves, inundaciones y huracanes son a modo de los cuatro jinetes del Apocalipsis que dañan exageradamente.
El desaliento consiguiente demuestra evidentemente hasta dónde conduce la destrucción causada por los propios seres humanos irresponsables. El uso y abuso de los recursos naturales orilla al caos debido a dichos comportamientos fuera de lo normal, insensibilidad y ausencia total de solidaridad.
Tantos años, acaso centurias de desforestar cuanto encuentran al paso específicamente los bosques, verdaderos pulmones del hombre y la mujer, en aras del controversial ensanchamiento de cultivos. Tantos años también de menoscabar la humedad que lleva a perder asímismo el caudal de los ríos.
La deforestación generada por la explotación bárbara de pequeña monta y enorme por obra y gracia de aserraderos, cuya sierra es arboricida, deviene en la fantasmagórica erosión de considerables extensiones. Otro factor a la vez tildado con razón de mano despiadada que nos orilla a la ruina.
Con justificada razón criterios ecologistas hacen negros presagios en el sentido de no detenerse toda depredación, ello constituirá el horripilante cataclismo. Las guerras del futuro, sostienen analistas y científicos basados en hechos reales, serán no por el petróleo, sino por el agua.
Las disquisiciones anteriores derivadas son precisamente a causa de la inestabilidad climática prevaleciente, origen de muchos males envolventes. No olvidar por añadidura el efecto que ocasiona en la salud tales fenómenos tocante a las personas víctimas repentinas de perder el don más preciado.