Indonesia pidió hoy ayuda al mundo, dos días después de un violento sismo que pudo dejar miles de muertos, y los filipinos se encomendaban a Dios antes de la llegada de un supertifón al archipiélago ya enlutado por la tormenta Ketsana.
El balance provisional del sismo de magnitud 7,6, que estremeció el miércoles el puerto de Padang, en el oeste de la isla de Sumatra, aumentó hoy a más de 1.100 personas, según la ONU.
Las autoridades indonesias confirmaron 777 decesos, pero consideran que «varios miles de personas» murieron probablemente en el terremoto.
«Hay muchas personas enterradas bajo los escombros», se inquietó la ministra de Salud, Siti Fadilah Supari, en Padang. Reconoció que los rescatistas tenían «dificultades» para localizarlas y sacarlas.
Indonesia «necesita el apoyo de los países extranjeros» y «de equipos de socorristas experimentados y de su material», agregó.
Dos días después del terremoto, «las posibilidades de retirar personas vivas (de los escombros) son muy escasas» estimó Djazuli Ambari, secretario general de la Media Luna Roja indonesia, que envió al lugar unos cincuenta profesionales de la salud.
Ratna Kurnia Sari, una joven de 20 años, seguía teniendo hoy esperanzas de ser salvada, después de dos días de espera atrapada entre las ruinas de su escuela de idiomas, constató un periodista.
Al exterior, su hermana, Indra Vijaya, 29 años, permanecía a la expectativa. «Los socorristas consiguieron hablar con ella, pero las operaciones demoran demasiado y tengo miedo de que muera», dijo, lamentando «la falta de material».
Mientras Indonesia cuenta sus muertos y trata de rescatar a los sobrevivientes, las fervientes Filipinas rezaban el viernes ante la amenaza de una nueva calamidad natural: el «supertifón» Parma, capaz de volver a sembrar desolación en el archipiélago.
Manila y su región ya quedaron sumergidas el 26 de septiembre por un mar de agua y barro, descargado por la tormenta tropical Ketsana, que causó más de 400 muertos en el sudeste de Asia, de ellos al menos 293 en Filipinas.
El tifón Parma amenaza particularmente a 1,8 millones de personas «que viven en lugares donde los vientos pueden tener un impacto máximo», advirtió hoy en Ginebra la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.
«Ocho millones y medio de personas viven en el camino de este tifón, y 1,8 millones lo hacen en lugares donde los vientos serán más fuertes (…) y corren el riesgo de tener un impacto máximo», declaró a la prensa la portavoz de dicha oficina, Elisabeth Byrs.
La presidenta filipina Gloria Arroyo decretó hoy el estado de catástrofe natural para toda Filipinas antes de la llegada de Parma, prevista para el sábado.
Numerosas zonas del país, incluyendo Manila, ya han sido declaradas en estado de catástrofe natural después de haber sido afectados el fin de semana pasado por Ketsana, que provocó las peores inundaciones del país en 40 años.
La nueva amenaza, el tifón Parma, que genera vientos de hasta 195 km/h con ráfagas de 230 km/h, se está acercando a la provincia septentrional rural de Aurora, que podría ser golpeada a partir de la madrugada del sábado.
La gobernadora de esa provincia, Bella Angara, se encomendó a Dios, en un país donde el 80% de la población es católica.
«Las previsiones indican que el tifón es muy potente. Rezamos para que no se pierda ninguna vida (…)», afirmó en declaraciones a la radio.
En Laos y Vietnam, las autoridades seguían por su lado contando los muertos tras el paso de Ketsana, que al dejar Filipinas, ganó fuerza hasta convertirse en un tifón.
Según un último balance, 16 personas murieron en Laos, al menos 99 en Vietnam y 17 en Camboya.
En fin, los socorristas ya perdieron la esperanza de hallar sobrevivientes en las islas Samoa, en el Pacífico Sur, donde un sismo seguido de un tsunami provocó el martes al menos 155 muertos.
Los socorristas trataban ayer de encontrar supervivientes bajo los escombros de la ciudad de Padang, en la isla indonesia de Sumatra, tras el sismo que por ahora ha dejado un balance provisional de 1.100 muertos, según la ONU.
«Las últimas cifras que tenemos indican que el balance de muertos ha subido a 1.100», declaró el jueves en Nueva York el secretario general adjunto de la ONU, John Holmes, en una conferencia de prensa. El balance anterior era de 770 muertos.
Este terremoto de magnitud 7,6 que tuvo lugar el miércoles por la tarde se produjo pocas horas después de que un tsunami devastara el archipiélago de Samoa, matando a 150 personas, en una serie de catástrofes naturales que golpean al sudeste de Asia.
Pero no cabe duda de que el número total de muertos aumentará considerablemente a medida que continúe la búsqueda bajo los escombros de las casas y edificios derrumbados.
«Pensamos que miles (de personas) murieron», declaró el jefe de la célula de crisis del ministerio de Salud, Rustam Pakaya.
La lluvia, la falta de máquinas para desescombrar y las rutas cortadas por los deslizamientos de terreno dificultan la búsqueda de supervivientes, constató una periodista de la AFP.
En el principal hospital de la ciudad, que sufrió algunos daños, un constante flujo de heridos invadió las carpas colocadas urgentemente para atender fracturas o heridas en la cabeza.
«Estamos desbordados y nos faltan médicos y enfermeras», lamentó uno de los médicos, Emilzon.
El presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, pidió a su gobierno que lleve rápidamente ayuda a las víctimas por avión o barco, ya que muchas rutas estaban bloqueadas.
«Nosotros enviamos 200 médicos y enfermeras, ocho toneladas de medicamentos, ocho toneladas de alimentos para bebés y carpas», dijo Pakaya. El gobierno también desbloqueó 26 millones de dólares para ayudar a los más afectados, mientras que varios países, incluyendo a Japón y Suiza, anunciaron el envío de equipos especializados.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró el jueves estar «profundamente conmovido» por las más de 1.000 muertes y el sufrimiento causado por el fuerte terremoto, y anunció una ayuda inmediata de 300.000 dólares, además de tres millones de dólares para ayudar a las víctimas.
«Indonesia es un país extraordinario, que ha sufrido extraordinarios percances debido a desastres naturales. Yo sé que el pueblo indonesio es fuerte, tiene capacidad de recuperación, y fuerza para superar este desafío», dijo el mandatario estadounidense.
Sin embargo, el tiempo apremia, pues «la ciudad está totalmente alborotada», de acuerdo con Enda Balina, una socorrista de la ONG World Vision.
«Las oficinas administrativas están cerradas, no hay electricidad, y aunque las redes comenzaron a funcionar otra vez, es muy difícil comunicarse», agregó.
Numerosos habitantes decidieron partir de Padang, la gran ciudad portuaria de casi un millón de habitantes a orillas del Océano Indico, por temor a fuertes réplicas que también podrían provocar un tsunami.
La tierra volvió a temblar el jueves de mañana, con un sismo de magnitud 6,8 en la escala de Richter localizado a unos 150 km al sur de Padang. Las autoridades señalaron heridos y daños en las casas.
Desde hace varios años, los científicos advierten que existe el riesgo de un gran sismo en la costa occidental de Sumatra, cerca de una gran falla continental.
Esta preocupación aumentó después del sismo de magnitud 9,1 que en diciembre de 2004 desencadenó un catastrófico tsunami en el norte de Sumatra. Más de 200.000 personas perdieron la vida en varios países de Asia, 168.000 de ellas en Indonesia.
«El oeste de Sumatra es como un supermercado para los desastres geológicos: hay volcanes activos, deslizamientos de terrenos, terremotos…», resumió el jefe del Centro de Investigación de Vulcanología, Surono.
El devastador sismo que azotó la ciudad indonesia de Padang, en la isla de Sumatra, estaba anunciado desde hace varios años por científicos que temen que lo peor esté aún por venir.
Este puerto de la costa oeste de Sumatra, a 400 km de Singapur y 850 de Yakarta, se halla entre dos líneas sísmicas: la gran falla continental de Sumatra y una subducción oceánica, vinculada al acercamiento de las placas tectónicas indo-australiana y eurasiática.
Desde hace varios años, los científicos advierten del riesgo de un gran sismo que pueda amenazar a esta urbe de casi un millón de habitantes.
«Las advertencias ya fueron formuladas antes del sismo y el gran tsunami de 2004», subraya Kerry Sieh, geólogo del Instituto californiano de tecnología.
Esta enorme catástrofe se produjo poco después de la Navidad de 2004, golpeando el norte de Sumatra, a unos 500 km de Padang, y causando la muerte de 220 000 personas en varios países de Asia.
Los sismólogos separan la subducción a lo largo de Sumatra en varios segmentos. Estos segmentos acumulan tensión, que es liberada bruscamente mediante un terremoto.
Sin embargo, tras una serie de fuertes sismos producidos desde 2004, todos los segmentos habían liberado sus tensiones, salvo el de Padang.
La posibilidad de un nuevo terremoto de magnitud 8,8, seguido de un tsunami, es casi una certeza en el curso de la próxima década, augura Sieh.
El sismo del miércoles es, pues, probablemente «una pulga comparada con el tigre que se avecina», opina el experto. «Es seguro a 100%. La pregunta es saber cuándo ocurrirá».
Sismólogos europeos también creen que el terremoto de Padang no fue el monstruo telúrico anunciado desde hace años.
En Indonesia, los especialistas exhortan a las autoridades nacionales a invertir más en inmuebles equipados según las normas antisísmicas, y a ampliar las vías de comunicación en caso de éxodo masivo provocado por una catástrofe.
Pero semejante inversión «no es considerada económicamente viable» por las autoridades debido precisamente a la imposibilidad de prever un sismo, destaca Surono, jefe del centro indonesio de vulcanología y geología.
Para Dewi Fortuna Anwar, del Instituto indonesio de Ciencias (LIPI) , Indonesia padece de «capacidades limitadas» .
«Es un país en vías de desarrollo y sus medios son reducidos, en términos de finanzas, de organización o de respeto de las normas», explica.