Indocumentados, un nudo gordiano


Por lo visto, ni los republicanos ni los demócratas estadounidenses quieren tener indocumentados en su suelo. Y eso es comprensible porque todos los Estados tienen perfecto derecho a que los foráneos respeten sus leyes.

Marco Tulio Trejo Paiz

Los hispanoamericanos carentes de «papeles» que viven y trabajan en la gran nación del norte suman alrededor de 12 millones, y en estos momentos son presas de la incertidumbre, de la zozobra, porque el rato menos pensado pueden ser detenidos por los agentes de Migración para luego ser deportados a troche y moche?

Los hombres y las mujeres que han saltado las fronteras de la superpotencia septentrional a hurtadillas de las autoridades han manifestado en las calles de algunas ciudades yanquis en demanda de que se legalice su permanencia, lo cual puede ser razonable y justo.

Esos inmigrantes prestan valioso concurso a los Estados Unidos de América en su economí­a mediante el trabajo productivo. Son pocos, relativamente, los que transitan en funestos extraví­os delincuenciales y de mal comportamiento en general.

Como es sabido, los «cheles» rehuyen algunas de las labores que realizan los inmigrantes, especialmente la agrí­colas, las de lavar trastos en los restaurantes, entre otras.

No es sólo el propósito de ganar buenos dólares el que ha impulsado a los emigrantes a convertir en realidad el llamado «sueño americano», sino también el hecho de sentirse perseguidos por cualesquier motivos y, asimismo, por mera aventura de trotar en tierras extrañas para cambiar de ambiente.

Si los personajes que hacen turno en los puentes de mando en los paí­ses tercermundistas hiciesen obra efectiva de gran magnitud y de manera integral, los ciudadanos de los modestos estratos sociales, sobre todo los trabajadores urbanos y rurales, no estarí­an pensando en saltar los bordes territoriales patrios, pero como esa obra deja mucho que desear, la correntada migratoria hacia las tierras del Tí­o Sam es virtualmente incontenible.

Los timoneles de los desarrapados paisitos de marras, en vez de trabajar con tesón, con honradez, con amplia y clara visión de futuro, se dedican, más que todo, a endeudarlos por los siglos de los siglos y como a reventar? ¡Son algo así­ como los bragueteros!

Muchos indocumentados y quienes dicen solidarizarse con ellos en una forma u otra, incluso con populacheras ventradas demagógicas, alegan los famosos «derechos humanos», los cuales son tirados de los cabellos y retorcidos a sabor y antojo como si se tratase de una melcocha?

Indiscutiblemente, el caso de la gente indocumentada que está asentada en diversos lugares de nuestros primos del norte constituye un nudo gordiano que conviene desatar sin más cabildeos ni demoras. Y nada mejor que legalizar la situación de los 12 millones que ya están adentro. Eso serí­a cortar por lo sano y? ¡santos en «pax»!