Un individuo humano que no fuera miembro de una sociedad se consumiría improductivamente en ejecutar todas las actividades necesarias para sobrevivir, como cazar animales o recolectar frutos. Decimos “improductivamente”, es decir, solo podría emplear una minúscula proporción de toda su humana potencialidad para producir cosas económicamente valiosas.
Quizá muy pronto en la historia económica de la humanidad, los individuos comprobaron que si constituyen una sociedad, cada uno puede producir más bienes económicos. Empero, la causa de esa mayor producción consiste en que se divide el trabajo. Por ejemplo, un individuo se dedica a cazar, y cazará más; y uno se dedica a recolectar frutos, y recolectará más. Empero, tiene sentido producir más porque los bienes adicionales producidos pueden ser intercambiados. Por ejemplo, el individuo que se dedica a cazar intercambiará carne por frutos; y el que se dedica a recolectar frutos intercambiará frutos por carne. Y tiene sentido intercambiar porque se obtiene un beneficio mayor. Por ejemplo, el cazador tendrá por lo menos la misma cantidad de carne, y también frutos; y el recolector de frutas tendrá por lo menos la misma cantidad de frutos, y también carne.
La división del trabajo es un revolucionario fenómeno económico. Lo es porque provoca un incremento de la productividad del trabajador, o incremento de la cantidad de producto en una determinada unidad de tiempo. Lo provoca porque propicia la especialización, o dedicación única o principal del trabajador a una sola actividad propia del trabajo dividido, y entonces su capacidad productiva aumenta con respecto a la capacidad productiva del trabajador no especializado. Por ejemplo, un trabajador especializado en colocar ladrillos para construir una pared, es más productivo en esa actividad, que un trabajador no especializado en ella. Una mayor productividad posibilita, en general, producir más bienes intercambiables destinados al consumo final; y en particular, posibilita producir una cantidad excedente de bienes que pueden ser ahorrados e invertidos para perfeccionar los medios de producción, o para crear nuevos medios de producción.
Dividirse el trabajo es cooperar, es decir, es acción humana conjunta de individuos. La causa de esa cooperación no es causa mecánica, o causa propia de fenómenos físicos, químicos o biológicos. Es una causa final; y la finalidad es obtener un beneficio mayor que el que se obtendría si no hubiera cooperación. Precisamente la sociedad es un conjunto de individuos que cooperan con la finalidad de obtener ese beneficio mayor. Y obtenerlo es mejorar. No hay, entonces, una causa misteriosa de la sociedad, sino una causa explicable, porque, en general, el ser humano actúa con la finalidad de mejorar; y si para él fuera mejor ser ajeno a cualquier sociedad, tendería a la máxima soledad, y quizá hasta huiría de él mismo.
Económicamente la mejor sociedad es aquella que, por medio de la cooperación que consiste en la división del trabajo, más beneficia a cada uno de todos los individuos que son miembros de ella. Una condición necesaria para obtener el máximo beneficio de esa cooperación es garantizar el ejercicio del derecho a la libertad, y como consecuencia, garantizar el derecho a la vida (que es derecho a la libertad de vivir) y el derecho a la propiedad privada (que es derecho a la libertad de tener bienes propios). Es decir, la cooperación de seres humanos libres es más beneficiosa que la cooperación de seres humanos esclavos.
Post scriptum. El individualismo propio del liberalismo no desprecia la sociedad, sino que le confiere la calidad única de ser el medio general necesario para que cada individuo, sometido al derecho, pueda lograr la finalidad de procurar su propio bien. Este individualismo repudia la pretensión de conferirle a la sociedad la calidad de un fin al cual debe servir el individuo.