Indí­genas honran a ví­ctimas de la guerra


Marimbistas tocan cerca de la pared con imágenes de las ví­ctimas de la violencia durante la guerra civil. AFP PHOTO/Johan ORDí“í‘EZ

Han pasado tres décadas desde que el Ejército arrasó comunidades indí­genas del norte de Guatemala durante la prolongada guerra civil que vivió este paí­s entre 1960 y 1996, pero los sobrevivientes no olvidan el martirio de sus familiares.


Es el caso de Ana Sic, una mujer de 44 años de la etnia maya Achí­, que aún recuerda la mañana en que los militares llegaron a su casa en Rabinal (175 km al norte de la capital), y se llevaron a la fuerza a su padre, que luego apareció asesinado.

«Nosotros lo enterramos en el mismo lugar por miedo a los militares, pero cuando fuimos a buscarlo años después ya no estaba el cadáver», relató entre sollozos.

«Sólo encontramos pedazos de su ropa, no habí­an ni huesos, no habí­a nada porque se lo comieron los «chuchos» (perros) u otros animales».

El miércoles fue develado en este pueblo guatemalteco un mural de 129 metros de longitud con fotografí­as de las más de 2 mil ví­ctimas de las masacres cometidas por el Ejército durante la guerra.

El padre de Ana fue una de las ví­ctimas de una matanza perpetrada por los uniformados el 31 de enero de 1982, bajo el gobierno del general Fernando Lucas Garcí­a (1978-1982), quien murió hace cuatro años en Venezuela donde estaba exiliado.

Familiar de Ana también vivió de cerca la tragedia: su esposo fue asesinado y a ella los militares le golpearon brutalmente el vientre en que llevaba a su hijo de siete meses de gestación.

«El niño nació muy golpeado el 5 de mayo y murió el 5 de agosto, lo enterramos en un lugar y no lo volvimos a encontrar porque cuando llegamos para darle cristiana sepultura ya no estaba su cuerpecito», relató la mujer.

El martirio para esta familia es interminable: otro tí­o de Ana murió ahorcado y dejó viuda a su esposa Teresa Cacaj (65) con sus siete hijos.

Teresa fue capturada y llevada a un cuartel militar donde le colocaron una soga en el cuello, pero los militares la dieron por muerta y pudo sobrevivir, rememora mientras muestra las marcas de la cuerda en su piel, que siguen allí­ después de tres décadas.

Las tres mujeres aseguran que para salvar sus vidas se refugiaron en las montañas donde permanecieron tres años y medio comiendo raí­ces, hierbas y el poco maí­z y frijol que cosechaban.

El mural develado el miércoles contiene más de 2 mil nombres y fotografí­as de ví­ctimas de la polí­tica de tierra arrasada, que fue desarrollada por el Ejército durante el régimen de Lucas Garcí­a y el gobierno de facto del general Efraí­n Rí­os Montt (1982-1983), actual diputado al Congreso.

El mural es una gran manta de vinil pegada en el muro perimetral de concreto del cementerio. Allí­ se enumeran al menos nueve masacres, entre ellas las cometidas en las comunidades Rí­o Negro, con 400 ví­ctimas y la de Plan de Sánchez, con 198 muertos.

Según un informe de la ONU, el conflicto armado en Guatemala dejó 200 mil muertos o desaparecidos, el 93% de estos crí­menes fueron atribuidos a las fuerzas de seguridad del Estado.