Indí­genas de Ecuador llevan su lucha a Parí­s


Representantes del pueblo Kichwa de Sarayaku, en la Amazoní­a ecuatoriana, trajeron su lucha contra las petroleras hasta Parí­s, donde anunciaron su proyecto de sembrar «un muro de flores» para «resistir» a las ambiciones de esas compañí­as de penetrar en su territorio.


«El gran camino viviente de flores», como fue bautizado este proyecto, busca llamar la atención a la lucha de los Kichwa de Sarayaku -una comunidad indí­gena de alrededor 1.200 habitantes, a orillas del rí­o Bobonaza, en la provincia de Pastaza- contra las petroleras, indicó José Gualinga.

El lí­der indí­gena, que fue elegido en 2008 por Amnistí­a Internacional como «uno de los 15 defensores de los derechos humanos emblemáticos en el mundo», explicó que este proyecto de sembrar millares de árboles florales en la selva equivale a crear «una frontera de vida», para proteger su territorio.

En una entrevista con la AFP, Gualinga recordó que los Kitchwa de Sarayaku obtuvieron del Estado de Ecuador tí­tulos de propiedad colectiva sobre este territorio de 300 km de largo y 135.000 hectáreas de bosque, y resumió la larga lucha de la comunidad para defenderlo de las petroleras.

«Las petroleras significan la destrucción de nuestros bosques y de la biodiversidad. Provocan la muerte de nuestro rí­os, de nuestra fauna, de nuestros medios de vida y de nuestra cultura», afirmó.

«Por eso hemos utilizado numerosas armas –desde largas marchas hasta Quito, en las que participaron ancianos, jóvenes y niños, hasta resistencia fí­sica– para impedir la extracción de petróleo en nuestro territorio ancestral», dijo.

«Pese a lo que diga el gobierno ecuatoriano de turno, a las petroleras no le interesa desarrollar la Amazoní­a», aseguró Gualinga, quien viajó a Francia bajo protección de Amnistí­a Internacional, por haber recibido amenazas de muerte por su lucha contra las petroleras.

«La selva no es su casa. A ellos no les duelen las heridas que causan a la naturaleza, a la Pachamama (la madre tierra), a la biodiversidad. Somos nosotros quienes sufrimos al ver cómo bombardean nuestro subsuelo, cómo destruyen la naturaleza. No podemos aceptarlo, por eso nos movilizamos».

«Y por eso decidimos plantar alrededor de nuestro territorio un inmenso muro de árboles de flores, que se podrá ver desde el cielo, en unos 20 años», reiteró, afirmando que otro nombre para este proyecto es «Frontera de vida».

El lí­der indí­gena ecuatoriano explicó cómo habí­a nacido este proyecto de plantar flores en la jungla.

«Fueron los Yachaks (chamanes) que, con ayuda de la ayahuasca (hierba santa), tuvieron la idea de crear un muro de árboles de flores de todos los colores alrededor de los territorio ancestrales de los Kitchwa de Sarayaku», dijo.

«El sí­mbolo de las flores es universal y por eso este proyecto va a ser comprendido en el mundo entero», vaticinó otro representante indí­gena, Tupak Viteri, que explicó la filosofí­a del «buen vivir» de los Kichwa, en la que «riqueza no significa destrucción de la naturaleza, sino tener fauna, montañas, rí­os sanos».

Además de reuniones con representantes de la UNESCO en Parí­s y con diputados europeos en Bruselas, Gualinga y Viteri presentaron un cortometraje sobre su lucha en el 27 Festival Internacional de Filmes del Medio Ambiente, en Parí­s, que concluye el jueves.

La pelí­cula, titulada «Sisa nambi» y realizada por Eriberto Gualinga, de la comunidad Kichwa, muestra como el proyecto «Frontera de Vida» está empezando a tomar forma en el centro de la selva amazónica.

Los dirigentes insistieron que, aunque los Kichwa han ganado numerosas batallas, «la amenaza de las petroleras es permanente».

«Por ahora, estamos bajo la protección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que debe dar su veredicto final sobre nuestra demanda (contra la penetración de las petroleras) entre diciembre de este año y marzo del próximo», explicó Gualinga.