Algunos de mis contados lectores recordarán que el lunes anterior dediqué este espacio a la decisión de pobladores de diez comunidades de Chiquimula y Zacapa de acudir al Alto Comisionado de los Derechos Humanos, de la ONU, para plantear su denuncia contra una empresa maderera que está deforestando indiscriminadamente áreas de las montañas del Merendón, en vista de que ni autoridades municipales y departamentales, ni el Instituto Nacional de Bosques atienden sus reclamos.
Agregaba yo que la tala de árboles es un cruel fenómeno que ocurre en todo el país y que basta transitar por la red vial para observar que a la vera de la carreteras y las laderas que se divisan a corta distancia se están quedando peladas, señalando los graves efectos que provoca la deforestación a la flora, la fauna, el agua de ríos y riachuelos y los seres humanos.
Los comentarios de los lectores que envían sus aportes al portal de La Hora y los mensajes que recibí en mi buzón han sido desalentadores, coincidiendo en señalar que estoy intentando librar una batalla perdida, al igual que similares causas que he defendido respecto a la notoria explotación de otros recursos naturales renovables y no renovables de la nación, especialmente en lo atinente a las operaciones de las industrias extractivas y el daño al medio ambiente y a las poblaciones adyacentes a minas a cielo abierto.
Don José Emilio de León Carrascosa, veterano lector de esta columna, me escribió básicamente para decirme que no esté perdiendo el tiempo y derrochando esfuerzos en luchar contra los depredadores de la riqueza natural y colectiva de los guatemaltecos “porque no se lo merecen, en vista de que es un pueblo más que pacífico, negligente, huevón y timorato”, que únicamente le apasiona que columnistas como yo se dediquen a “Echarle penca al Gobierno, porque eso sí les fascina a los compatriotas, siempre y cuando no se les mencione por su nombre, porque permanecen en el anonimato a causa de su cobardía”.
El señor Edgar Augusto Valle en el blog de este vespertino se lamenta que la deforestación esté arrasando con miles de árboles que contribuyen a preservar oxígeno para la vida humana, “guardan los riachuelos, enriquecen la vista, dan cobijo a la fauna y a la flora. ¡No seamos ingratos!”, acota y “aunemos esfuerzos para defender los bosques”.
Mucho más vehemente y hasta groseramente descomedido es un lector que se identifica como Carlos E., quien afirma que “he viajado durante 40 años por toda Guatemala. He visto cómo se pela (el territorio), sí, y como no sólo las autoridades se la pelan, sino también el pueblo guatemalteco”. Todo el mundo se queja, “pero la realidad no le importa a nadie, ni los árboles, ni el agua, los desbordes, los deslaves. No es horchata en las venas, es mierda en el cerebro”, sostiene con insolente desprecio.
(El nacionalista Romualdo Tishudo cita al expresidente argentino Arturo Illia: -No les tengo miedo a los de afuera que nos quieren comprar, sino a los de adentro que nos quieren vender).