Indiferencia ante el calentamiento global


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Esta semana se conoció el informe de la comisión de expertos, compuesta por 772 científicos de todo el mundo, sobre la situación de la Tierra y el calentamiento global, arrojando conclusiones verdaderamente graves y que debieran ser motivo de alarma. Sin embargo, la indiferencia de la especie humana sobre los riesgos y consecuencias del deterioro ambiental es más alarmante que el mismo informe de los expertos, puesto que las consecuencias de no hacer nada ante el evidente impacto que tiene el efecto invernadero en la temperatura global del planeta son irreversibles.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Dentro de las advertencias formuladas por los expertos hay una, particularmente, que nos tiene que preocupar a los que vivimos en esta parte de la Tierra. El calentamiento tendrá efectos en el corto plazo en la producción de alimentos y en su calidad que se producen en estas regiones, lo que significa que la calidad de vida de quienes están en condiciones de pobreza se puede deteriorar aún más. Por ello es que los expertos mencionan que además de las complicaciones puramente climáticas, hay que prepararse para eventuales convulsiones sociales y políticas derivadas de esa degradación del medio ambiente que se ha venido advirtiendo desde hace muchos años y para el que ahora se dice que ya no queda una verdadera solución, sino paliativos para retrasar en lo posible el desastre.

En el fondo hace falta un compromiso de los líderes mundiales para ejecutar acuerdos que reduzcan las emisiones de CO2, misión que se dificulta por los enormes intereses que la industria petrolera tiene en juego y las influencias que se pueden mover con los miles de millones generados por el consumo de los combustibles fósiles. Esos intereses mantienen campañas permanentes para descalificar las advertencias de quienes están preocupados por el calentamiento global y se dirigen a señalar como ecohistéricos a todos los que elevan la voz por la protección del medio ambiente. El gran capital no tiene el menor interés en desacelerar sus ganancias aunque exista la evidencia irrefutable de que estamos llevando al mundo a un momento sin retorno y que el precio que han de pagar nuestros hijos, nietos y bisnietos por la indiferencia que hemos mostrado, será de sangre, sudor y lágrimas.

Los políticos se sienten arropados por esa indiferencia de la opinión pública que no atina a reaccionar ante la advertencia y por ello se dan el lujo de burlarse de los acuerdos para contener la emisión de gases causantes del efecto invernadero. Y nosotros nos justificamos diciendo que son los políticos los que no hacen nada, pero no movemos un dedo para arrinconarlos a que asuman la responsabilidad de salvar al planeta de un desastre cantado.

Cuando se produzcan las primeras convulsiones por falta de agua y por el hambre derivados de la falta de alimentos producto de la sequía, se ha de reparar en cuán ciegos fuimos, pero ya para entonces será muy tarde y esas alteraciones del orden social tendrán trágicas consecuencias. No es un tema de agoreros ni un juego de pesimistas. Se trata de una seria advertencia sobre un problema que ya se siente y que sólo los más avorazados quieren ocultar.