Se ha establecido ya como un axioma que nadie discute que la baja en la recaudación fiscal fue única y exclusivamente por el impacto de la crisis económica, pero cuando vemos los montos que ha dejado de percibir el Gobierno y el comportamiento de la economía, notamos que hay una diferencia marcada, lo que obligaría a pensar si no es que la Superintendencia de Administración Tributaria también pecó al descuidar la recaudación en áreas sensitivas.
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Es muy fácil afirmar que la baja de impuestos ha sido consecuencia de que hay menos actividad económica, pero vale la pena detenerse un momento a establecer si la SAT ha continuado con las políticas que había venido impulsando para ejercer mayor control y para mejorar la recaudación. Es obvio que por la crisis mundial se ha visto afectado el comercio exterior de Guatemala, tanto porque ha disminuido el nivel de exportaciones como porque se redujo también la demanda de materias primas y de bienes acabados que importa el país. Todo ello significa menor ingreso tributario, pero según las estimaciones de CEPAL y del mismo Gobierno de Guatemala, nuestro país todavía presentará al final de año un muy modesto crecimiento, pero crecimiento al fin, lo que no parece cuadrar con la brutal y drástica reducción de recursos fiscales.
Al momento el Ministerio de Finanzas clama por la aprobación de préstamos que le permita mantener los pagos esenciales del sector público, porque hay hasta riesgo de incurrir en impago de salarios dada la iliquidez del sistema. Valdría la pena que los expertos en cuestiones fiscales determinaran cuán grande ha sido el impacto de la crisis en términos de nuestro producto interno bruto para compararlo con las cifras de caída en la recaudación y eso nos podría dar una idea de si todo es consecuencia del deterioro mundial o si hay causas internas que también tienen que atacarse.
Si fuera lo primero, si realmente todo es consecuencia de la crisis, el asunto es grave porque por mucho que el Gobierno quiera realizar una reforma fiscal, estaría nadando contra la corriente porque las condiciones de la economía nacional estarían orientadas a que de cualquier manera los recursos harán falta. En cambio, si lo que ha ocurrido es que nuevamente campea el contrabando y la evasión, la misma SAT tendría que revisar sus procedimientos.
¿Cuánto ha significado para la carga tributaria el artificial manejo que se ha hecho de las divisas encareciendo el dólar de manera alarmante y sin justificación alguna? Hay quienes creen que el Gobierno ha alentado esa devaluación del quetzal porque mal que bien eso significa un incremento en el cobro del IVA en la importación de productos.
El problema al final de cuentas, como bien dice hoy en una columna el ex ministro y diputado Alejandro Arévalo, es que han hecho tal fiambre con el presupuesto que cuesta mucho determinar cómo andan los ingresos y, peor aún, como están los egresos que por la vía del gasto terminaron convertidos en una auténtica merienda de negros.
Y el relajo, obviamente, conviene a los que saben «menear la melcocha» porque en medio de ese galimatías es más fácil concretar la corrupción.