Al guatemalteco se le tilda de incumplido y no en balde tal calificativo. Aunque como en toda regla hay excepción y afecte dicho membrete, si uno observa detenidamente aquel comportamiento en el ojo del huracán, termina por reconocer aquel término despectivo, directo al grano.
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Sin embargo, también nos resentimos viendo cómo pasó a constituir un mal hábito que extiende sus ramajes dondequiera, así de sencillo. ¿Por qué los renglones torcidos tienen numerosos adeptos hoy en día? Resulta sin que quepa la menor duda el hecho de ir en rodada lo correcto.
Los tiempos que vivimos conforman la viva estampa de una crisis invariable de valores humanos, piedra angular cuando se eleva la auténtica formación. Entonces sucede el fenómeno social intemporal que surge como por arte de magia un cambio positivo, y de consiguiente cantamos victoria.
Vuelve uno de igual manera pronto a la carga formulando la interrogante inclusive si acaso ello podrá ser irreversible, a fin de no perder la esperanza y una retroalimentación necesaria produzca inquietudes y propósitos mancomunados en línea efectiva de colaboración inmediata.
Lo anterior es factible siempre y cuando marchen sobre ruedas planes en dirección a la ansiada fecundación que busca nuevamente esos valores humanos en menoscabo. Será preciso la unión del hogar, escuela y sociedad. Sólo así surgirá el deseable ligamiento de elementos en juego que lo posibiliten.
Ejemplos sencillos dan la pauta respecto al incumplimiento dañino que impera en la comunidad. Cualquier compromiso adquirido fácilmente queda relegado a niveles secundarios, distantes en realidad de la necesaria responsabilidad, cimiento a la vez de toda acción bien dirigida.
Hay incumplimiento en todas direcciones de parte de las autoridades gubernamentales y municipales; no se diga de los partidos políticos en acción ahora. Las funciones de unas y de otros caen en el olvido y las consecuencias se proyectan con empuje arrollador lastimosamente.