Constituye una celebración de nombradía universal. Próxima su conmemoración en Guatemala en el marco mágico nimbado de renombre colectivo. Como pocos acontecimientos hace brillar sentimientos bienaventurados. Y además involucra a diversos sectores que aprovechan salir gananciosos del momento especial. Grandes comercios obtienen utilidades, lo mismo que la medianía.
Inclusive logran vender en pequeña monta miembros de la economía informal. Grupo enrolado en dichos menesteres a través de generación tras generación. A la larga sigue campante en la misma línea, con aporte decidido a la vieja costumbre, generadora de infaltable tradición visualizada por gente mayor y por supuesto la chiquillada, entusiasmada en grado superlativo.
El hecho real de ser su proyección universal tiene excepciones, decir lo contrario creemos es falacia, aquí y allá. El espíritu navideño, o bien Pascual que sirve de fondo demuestra vacíos marcados con hierro candente. Existe en el mundo muchísima pobreza y extrema pobreza, que niega los beneficios a seres humanos marginados, junto a sus familias y prole de niños.
A ellos, aunque parta el alma y quienes planifican, coordinan y realizan eventos propicios tengan buenas intenciones de proyectarse en general, no es factible. El Niño Jesús nacido en situación de humildad y limitaciones fomentó con el ejemplo cuál fue la misión designada por el Padre Santo.
En este mundo convulsionado, hoy más que nunca percibimos palpablemente la división permanente entre los habitantes del Planeta. Por lo tanto, es obvia la existencia abismal entre ricos y pobres. Puntualizada también en potentados y menesterosos, sin lugar a dudas ni equivocaciones. Y si tan tremenda separación prosigue, imposible será sea una feliz Navidad para todos.
Con miras a superar en parte tan despiadada diferencia y las carencias, entidades de beneficencia llevan a feliz término la entrega de regalos a niños y adultos mayores, por lo general recluidos en asilos. Que esos corazones no empedernidos adquieran constancia plena y hagan suyo el espíritu navideño con hechos, ausentes de palabras que el viento se las lleva.
La mayor satisfacción consiste en el deber cumplido al pie de la letra. Así cooperan y coadyuvan haciendo felices algunos momentos de la vida a los marginados por el destino cruel. Las bienaventuranzas puntualizan: “Dichosos los pobres y amargados, que serán bendecidos’’. Y podrán conmemorar el nacimiento del Mesías en condiciones diferentes de su rutina desafortunada.
Actualmente el evento de los siglos, Pascua de Navidad pierde bastante su genuino espíritu trastocado en forma material de magnitudes calcadas en el dicho: “Que se les pasa la mano’’. Un materialismo rayado en derroches sin qué ni para qué; utilitario en causas indispensables tenidas a menos más y más. Por lo tanto reiteramos la situación evidente de no olvidarse del prójimo en situación calamitosa en aumento.
Es del conocimiento público que durante la época Navideña y Año Nuevo corre dinero en demasía. Que su fuente deviene del Aguinaldo en primer término. Inclusive restantes prestaciones laborales, factibilizadoras de mayor gasto. Dicha circulación extraordinaria fomenta más el consumismo desbordante. Caso merecedor de buen uso de “poderoso caballero es don dinero’’.
Deseable viene a ser que las actitudes humanas muestren una faz de mucha sensibilidad social. De socorrer de alguna manera a los necesitados, dará bienestar a quien brinda en homenaje al Niño Jesús, algo de lo que tiene. Representa fecha universal de gran significado, merecedor de un tiempo de paz, fraterno, en aras de verdadero convivio sostenible.
La firme decisión de eliminar tan tremenda división imperante deberá tener presencia positiva. Los corazones abiertos a la bondad son el mejor ingrediente. A efecto que muchos dejen de tronarse los dedos, agobiados de penurias y crecientes limitaciones que portan angustias. Que sea un ambiente de tranquilidad, amistad y justicia. Dios bendiga a todos.