Importancia estratégica de la unidad


Desde la fundación del PGT en septiembre de 1949 y durante la lucha en la clandestinidad ?junio de 1954 a diciembre de 1996?, la dirección le dio siempre importancia de carácter estratégico a la unidad.

Ricardo Rosales Román

En los años finales de la Revolución de Octubre de 1944, se dieron dificultades y tropiezos derivados, en gran parte, por la dirección centralizada y personalista de José Manuel Fortuny que, por esas razones y las que constan en el Informe del Comité Central al III Congreso del partido, tuvo que ser relevado en mayo de 1954 del cargo de Secretario General por decisión del CC. Pero, además, la unidad se vio estropeada a causa de errores, limitaciones y deficiencias propias del partido y las posiciones antiunitarias y excluyentes de algunos de los principales dirigentes de los partidos de la Revolución.

En el citado informe se señala: «En los dí­as de la intervención directa de Estados Unidos, el debilitamiento del Frente Democrático Nacional obedeció a las vacilaciones y el acobardamiento de muchos dirigentes de los partidos democráticos, a las profundas disensiones internas de algunos de esos partidos, a la presencia en ellos de algunos dirigentes muy incapaces, arribistas, muy poco dignos de confianza, y al hecho de que no le prestamos la debida atención a cohesionar mucho más al FDN, con el objeto de que sirviera para movilizar a las masas y le diera más firme respaldo al gobierno».

En el curso de la lucha clandestina, lo que más pesó contra la unidad y propició sucesivos desprendimientos orgánicos, fue como quedaron planteadas y resueltas durante el III Congreso del partido, cuestiones fundamentales para asegurar ?en lo práctico? el avance, desarrollo y profundización de la lucha polí­tico militar. Entre ellas cabe destacar las deficiencias teóricas y prácticas en cuanto a las formas de lucha, organización y dirección, y la confusión e indefinición respecto a la ví­a de desarrollo de la lucha revolucionaria.

El rezago en lo práctico se prolongó y acentuó a causa de las divergencias de carácter interno entre quienes se oponí­an a la lucha armada y quienes, encabezados por el secretario general del CC, compañero Bernardo Alvarado Monzón, advirtieron a tiempo las limitaciones en que se estaba, y se percataron de la necesidad de avanzar en lo teórico y práctico a partir de corregir todo tipo de confusión e indefinición en cuanto a las formas de lucha, organización y dirección, y lo referente a la ví­a violenta de desarrollo de la Revolución Guatemalteca.

En el perí­odo que va de la celebración del III al IV Congreso del partido (1960 ? 1969), la situación polí­tica del paí­s se caracterizó por el despertar y auge de la lucha de masas; el inicio de la lucha armada con el surgimiento del Movimiento Revolucionario del 13 de Noviembre en 1960, y las jornadas preinsurreccionales de marzo y abril de 1962. Fue éste un perí­odo de ascenso revolucionario en el que «las formas violentas de lucha pasaron a ser la expresión máxima y casi única de la revolución? como respuesta a la violencia reaccionaria».

A su vez, tiene lugar la derrota del primer intento guerrillero del partido en Concuá, en marzo de 1962; el golpe militar de marzo de 1963, la división del movimiento revolucionaria en armas, y las elecciones generales de marzo de 1966.

Para el partido este perí­odo representó un esfuerzo sostenido y tenaz a favor de su unidad, tanto frente a las tendencias izquierdizantes y el conservadurismo derechizante como contra el sectarismo y los fraccionalistas.

En el marco de esa lucha ideológica interna y por la superación de éstas y otras limitaciones y errores teóricos y de aplicación, jugó un importante papel la resolución del CC llamando «A organizar e impulsar la guerra revolucionaria del pueblo guatemalteco», de marzo de 1965, y la Conferencia Nacional del partido de febrero de 1966.

Pero no fue sino hasta en el curso de los trabajos de preparación, estudio y discusión de los documentos fundamentales del IV Congreso, y durante su realización, que se logró afianzar la unidad y cohesión interna en torno a los avances teóricos alcanzados en el planteamiento de la ví­a de la revolución, las leyes de la guerra popular y el trabajo en el terreno militar, así­ como alrededor de las posiciones correctas a nivel de dirección, órganos intermedios y bases del partido.

La captura, asesinato y desaparición de la CP del CC en septiembre de 1972, el asesinato del Secretario General del CC en diciembre de 1974, el desprendimiento orgánico del Núcleo en 1978, y el reagrupamiento fraccionalista de principios de 1984, rezagaron una vez más el trabajo práctico y aplicación de lo alcanzado antes, durante e inmediatamente después de l969 y 1972. A partir de 1984, al CC se le plantearon nuevas y muy complicadas tareas que, en medio de dificultades y problemas propios de su unidad interna, abordó y superó exitosamente, como exitosa fue la incorporación del partido a URNG.

Y es que «las coincidencias polí­ticas e ideológicas en las cuestiones estratégicas» y en lo táctico, son la base y fundamento de «la unidad del pueblo y sus organizaciones revolucionarias». Así­ se dijo y quedó aprobado en el IV Congreso.