Importancia del diálogo


La disposición de dialogar que han mostrado en los últimos dí­as tanto la Iglesia Católica como las autoridades encargadas del tema de la Salud Reproductiva, Educación Sexual y Planificación Familiar, es importante porque al fin de cuentas lo que se busca es el beneficio de la población y eso únicamente se puede lograr si existe madurez para la discusión de temas que son ciertamente sensitivos, pero que no deben ser tabú.


Nuestra postura es que el Estado tiene el ineludible deber de educar a la población y proveerla de medios para garantizar la salud reproductiva y una paternidad responsable que sólo es posible si hay educación. La Iglesia, por su lado, tiene el deber de velar por la moralidad de sus fieles y por lo tanto estos temas no le son ajenos ni se puede considerar, como dicen algunos, que se entromete en ámbitos ajenos a su competencia. Lo que sí­ es cierto es que no todos los habitantes del paí­s profesan una misma religión y que vivimos en un Estado laico que no tiene obligación de sujetar sus decisiones a los criterios religiosos.

Entre los mismos fieles católicos existe un debate profundo respecto al tema concreto de la planificación familiar, paternidad responsable y el uso de anticonceptivos. La Iglesia de manera tajante prohí­be cualquier método que califica de no natural, es decir, que sea distinto al de la abstinencia o el llamado ritmo, no obstante que existen muchas formas de prevenir embarazos que no tienen nada que ver con abortos. Baste citar, como ejemplo muy sencillo, el preservativo o el diafragma que no destruyen ningún embrión, sino simplemente previenen su formación.

Y la verdad es que únicamente una población informada puede actuar responsablemente y tomar decisiones adecuadas respecto a estos temas, por lo que pretender que no exista información o que la misma se limite al criterio determinado por un dogma religioso que no necesariamente refleja el sentir del universo de la población es inaceptable, por buenos que sean los propósitos y mucho que se quiera proteger la moral.

Mundialmente se han impuesto la existencia de modelos de salud reproductiva, educación sexual y paternidad responsable o planificación familiar que tienen que convivir con las distintas creencias y modelos de fe que hay en el mundo. Por mucho que defendamos como verdad nuestra propia creencia, tenemos que respetar las creencias ajenas y entender que no se puede imponer a nadie un criterio que aun dentro de la misma feligresí­a tiene tanta crí­tica y provoca tanto debate. La madurez para abordar temas que deben dejar de ser tabú es un primer paso esencial para un debate serio y maduro.