Impertinentes preguntas a enigmáticos oráculos


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Con la aletargada elección del Presidente de la Corte Suprema de Justicia prácticamente se ha iniciado el prolongado y tortuoso camino de la conformación de las Comisiones de Postulación, de las cuales emanarán los nombres de los candidatos para ocupar, entre otros, los cargos de Fiscal General, magistrados de la Corte de Constitucionalidad, de la misma CSJ, Salas de Apelaciones y Tribunal Supremo Electoral, así como el titular de la Contraloría General de Cuentas y del Instituto de la Defensa Pública Penal.

Eduardo Villatoro


Entre mis ociosas cavilaciones me he planteado algunas preguntas en torno a esos procesos y como no encuentro respuestas que considere válidas y específicas, sin pretender figurar como periodista impertinente y desafiante, además de ignorante e ignorado, ruego a algún  minigrupo de la sociedad civil integrado por dos o tres personas, que tenga la amabilidad de informarme acerca de las interrogantes que plantearé  después del siguiente párrafo.

   Como se sabe, los aspirantes a candidatos a las relevantes posiciones que he anotado, son objeto de minuciosos exámenes públicos y del análisis a cargo de miembros de las Comisiones de Postulación sobre diversidad de aspectos que constituyen la personalidad de los pretendientes a aquellos cargos.

   La primera pregunta se refiere a qué método, sistema o modalidad aplica uno de esos grupúsculos para calificar a los integrantes de tales comisiones, que una vez que conforman las mismas tienen a su cargo apreciar o cualificar a los candidatos de los cargos mencionado. La otra duda que me quita el sueño es sencilla: ¿Quién califica a ustedes que, su vez, califican a los pretendientes a los puestos en disputa?

   En otras palabras más directas ¿Quiénes designan, nombran, escogen o eligen al director, coordinador o como se le denomine al que representa a los microgrupos que siempre resulta la misma persona opinando sobre cualquier tema que sea requerido por reporteros preguntones? Porque supongo que este/a escrutador/a vocero/a ha de reunir determinadas calidades y cualidades para que en los distintos escenarios en los que se desempeña evidencie suficiente autoridad académica, moral, cívica, ética, estética y de otra índole que respalden sus sabias, oportunas y categóricas opiniones.

   ¿Cuánto tiempo permanece en su posición? ¿Quién le paga su sueldo? ¿Qué títulos o diplomas ha obtenido? Entre todas sus plurales tareas ¿cuál es su real y verdadera profesión?  Son inocentes preguntas de un ignaro reportero metido a articulista, sin ánimo de fastidiar la pureza y objetividad de los/as pontífices u oráculos aludidos; pero es que me llama la atención que ciertas señoras y determinados señores, cuya dignidad, honorabilidad y talento no pongo en tela de duda, contestan de inmediato a cuestionamientos de los periodistas, sea cual fuese el asunto que se aborde y cuyas declaraciones conmueven al más indiferente de los guatemaltecos.

   Enfatizo, por supuesto, que no enfoco a respetables corporaciones de estudio, colegios profesionales y centros de análisis académicos muy serios y severos, merecedores de credibilidad, aunque uno de ignorante discrepe eventualmente de sus profundos argumentos.

   (El metiche Romualdo Tishudo pregunta por su parte: -Qué habrá querido decir realmente la Ministra de Finanzas al señalar en entrevista de prensa “Hay diputados que creen saberlo todo y tienen unas cosas que uno tiene que tragárselas y respirar profundo…”).