La escalada del euro frente al dólar demostró, esta semana, la actual fuerza de la economía europea, pero esta vitalidad penaliza las exportaciones y crea inquietud por sus posibles consecuencias en el crecimiento del continente.
La moneda única europea tuvo una semana de auge en la que ayer alcanzó un aproximado de 1,3637 dólares por unidad, muy cerca de su máximo histórico de diciembre de 2004, cuando tocó los 1,3666 dólares por euro.
La buena racha del euro –que esta semana también superó los dos dólares por libra esterlina, cambio no alcanzado en los últimos 26 años– es una tendencia que proseguirá en las próximas semanas, según los expertos.
Estos últimos vaticinan que la moneda europea romperá su máximo histórico en cuestión de días.
El motivo es la falta de buenas perspectivas para una economía estadounidense en graves apuros, más débil que la europea por primera vez desde 2001.
Entre las causas se cuentan el fuerte déficit comercial norteamericano, la desaceleración del sector inmobiliario y la recuperación industrial de Alemania, factor clave en el crecimiento de la eurozona.
Los analistas tampoco presagian mejoras en el maltrecho panorama estadounidense, en el que Reserva Federal contempla una disminución de su tasa de interés (del 5,25%).
En cambio, la intención del Banco Central Europeo (BCE) es la opuesta, es decir, subir el precio del dinero en junio del actual 3,75% al 4%.
De esta forma, el euro aún se fortalecerá más frente al dólar, pues esa subida de tipos en Europa lo hará aún más atractivo para los inversores internacionales.
No obstante, los expertos saben que la apreciación del euro es un arma de doble filo: ’templa’ el coste de las importaciones –frenando así la inflación– y aumenta el poder adquisitivo de los europeos.
Sin embargo, penaliza a los exportadores, pues una moneda europea fuerte encarece sus productos en comparación con los que se pagan en dólares, yenes japoneses o yuanes chinos.
Además, dentro de la misma zona euro los artículos locales aparecen «comparativamente más caros que los productos importados», fenómeno que debilita las cuotas de mercado de las propias empresas europeas en su territorio, señala el economista Marc Touati.
Pero en este terreno, más de una voz se ha alzado ya contra la excesiva «culpabilidad» que se pretende achacar al euro fuerte.
«La situación no es tan sencilla. Hace tiempo que perdimos la batalla de las exportaciones de bienes de consumo. No es una bajada del euro lo que nos permitirá volver a ser competitivos con respecto a China», reconoció un editorial publicado este viernes por el diario económico francés La Tribune.
Divergencias aparte, los principales implicados en la escalada del euro frente al dólar parecen preferir el silencio y la prudencia.
Los funcionarios norteamericanos «no dicen nada por el momento porque no están especialmente preocupados por la debilidad (del dólar), ya que todavía debe poner presión alcista sobre los bonos del Tesoro», explica John Lonski, economista en jefe en Moody’s.
Los europeos, por su parte, afirman estar tranquilos porque, como dijo este viernes Jean-Claude Juncker, primer ministro y ministro de Finanzas de Luxemburgo, «el euro no se ha apreciado de forma brutal, sino lentamente».
No obstante, los medios industriales, sobre todo los franceses, no ocultan su temor a una repercusión negativa del aumento del euro en el crecimiento económico europeo.
Algunos analistas incluso se muestran catastróficos. Es el caso de Veronique Richet-Flores, jefe economista para Europa de Societé Générale. «Los que minimizan las consecuencias de la actual alza (del euro) se despertarán dentro de tres meses», dice Flores en referencia a cifras industriales que ya muestran una disminución de los encargos procedentes del extranjero.
Por eso, la presidenta de la patronal francesa (MEDEF), Laurence Parisot, ya se apresuró a pedir una «verdadera política de cambios en Europa». Un auspicio que seguramente discutirán este viernes y sábado en Berlín los ministros europeos de Finanzas en una reunión dedicada enteramente al euro fuerte.