¿Qué habría pasado si la sentencia por genocidio a Efraín Ríos Montt hubiera quedado en firme sin ser intervenida y manoseada por la Corte de Constitucionalidad? Bajo la lógica del pensamiento conservador de la oligarquía rancia de este país, se habría recibido con vergüenza a los honorables empresarios del mundo que acudieron al Guatemala Investment Summit.
Era imperativo y en suma necesario detener aquella mancha para el país que recibía con sus recursos naturales abiertos, a los empresarios del mundo. Sin embargo, por mucho que se guardara la infamia debajo de la alfombra nacional, ya se había regado por todos los confines del planeta la noticia histórica sobre el juicio del siglo, que juzgó la historia y dictó sentencia por un delito que no se reduce en sí mismo al atroz acto ocurrido a la población ixil, pues los doce meses que sucedieron entre 1982 y 1983, sintetizan más de una década de horror que destrozó a una sociedad entera. La “vergüenza” pues se sale de la alfombra por todos los rincones, la evidencia de los cuerpos atiborra los cementerios clandestinos que hoy son exhumados y es imposible tapar el sol con un recurso constitucional que si bien tiró por la borda el juicio, con una rebuscada excusa procedimental, no borra la verdad que ya fue expuesta públicamente por los medios de comunicación masivos. Para cerrar con broche de oro el conjuro de la derecha conservadora, que evitó mancha en la pulcra doble moral, se celebró el cumpleaños de la Constitución. Sus principales “amigos del país” y las plumas representantes de aquel pensamiento, reunieron sus ideas en sendos pasquines para consagrar la salvación de Guatemala del peligro comunista terrorista que quería hacer pasar vergüenza internacional, alejando así el clima de negocios (!). No importaba el anciano genocida que al final puede ser sacrificable, lo que está en juego es la memoria histórica que por el momento ha tenido un revés y se ha impuesto a la fuerza el pensamiento que niega la misma, el que dice mejor olvidar que juzgar, el que prefiere la salvaguarda de los futuros negocios, a la dignidad como sociedad. El que prefiere pasar la página porque se sabe implicado, se conoce cómplice de la impostura. Había que evitar a toda costa, bajo esa corriente imperante, hacer pasar vergüenza a los empresarios que son los nietos herederos de unos abuelos que financiaron aquel oprobio de la historia reciente. Es por eso que al día siguiente de la sentencia, su declaración permanente de asamblea, retando al poder constitucional (algo del todo inaudito) de echar marcha atrás sobre la misma, fue un gesto de poder que reafirma quienes son los dueños de la finca, que vieron cuestionada por un momento esa condición. Ya los doce enanos habían hecho lo suyo, advirtiendo sobre los riesgos para la buena imagen de Guatebala y amenazando sobre el regreso de la violencia política, de seguir por la senda de un juicio que inminentemente dictaría ¡culpable! Los empresarios del mundo pueden estar tranquilos, pues ya el país está libre de tachas incómodas, y ya se pueden terminar de servir a sus anchas con contratos amparados por un Estado que asegura el clima de negocios a como dé lugar. Las oportunidades de negocios ya son seguras y hasta se puede discutir sobre el futuro de las drogas con todos los vecinos del hemisferio.