«Turbio fondeadero donde van a recalar barcos que en el muelle para siempre han de quedar…». Así describía Enrique Cadícamo al riachuelo de Buenos Aires en su famoso tango de 1937, en el que se lamentaba de un amor perdido.
Desde entonces, las aguas del sucio afluente del Río de La Plata se enlodaron aún más, convirtiéndolo en un símbolo de la contaminación y la desidia.
El problema es de una magnitud tal que el río que pasa por algunos de los sitios turísticos más importantes de Buenos Aires, incluidos La Boca y el pasaje Caminito, figura octavo en la lista de los diez sitios más contaminados del mundo difundida recientemente por el Blacksmith Institute y la Green Cross Suiza.
Un plan busca ahora sanearlo, pero los avances han sido tímidos, afirman organizaciones ambientalistas.
Un olor nauseabundo invade a Edgardo Gómez mientras contempla el Riachuelo desde un banco en Vuelta de Rocha, en el barrio de La Boca. «Desde mi casa a pocas cuadras siento el olor, muchas veces tengo que estar con las ventanas cerradas… Dicen que se ocupan pero, ¿cuándo termina ese plan de limpieza? «, dijo el porteño vecino a The Associated Press mientras observaba el riacho donde el río traza una profunda curva.
Mientras, en el cercano pasaje peatonal de Caminito, el aroma de carne a la parrilla de los restaurantes llenos de los turistas se mezclaba con el de óxido porque el viento traía el intenso olor en esa dirección.
La pregunta de Gómez se la formulan muchos de las 3,5 millones de habitantes del sur de la ciudad y de 14 municipios vecinos por los que discurre el afluente de más de 60 kilómetros de longitud que desemboca en el también muy descuidado Río de la Plata. El Riachuelo es la frontera natural de la capital con los importantes municipios bonaerenses de Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora, a los cuales se accede por varios puentes, como el Avellaneda, Victorino de la Plaza, Alsina y La Noria. Toda la zona está invadida por un olor pútrido.
Pequeñas burbujas ascienden a la superficie fangosa del río. «Son los gases que producen los metales pesados que están en el lecho», explicó a la AP Alfredo Alberti, presidente de la Asociación Vecinos de La Boca, una de las organizaciones que supervisa el cumplimiento del Plan de Saneamiento por parte de la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar).
Un niño comienza a gritar mientras observa detrás de la barandilla de Vuelta de Rocha cómo nada torpemente una tortuga con el caparazón cubierto de suciedad. Según Greenpeace, no hay mérito alguno en que ese animal aparezca en el Riachuelo ya que las tortugas sobreviven en ambientes completamente contaminados y eso no implica que haya mejorado la calidad del agua, donde se han medido excesivos niveles de arsénico, cromo, cobre, zinc, plomo y cadmio.
A cinco años de un fallo de la Corte Suprema que ordenó al gobierno nacional, al de la provincia de Buenos Aires y al de la ciudad sanear coordinadamente con la Acumar la cuenca hidrográfica formada al principio por el río Matanza y en su tramo final por el Riachuelo, los ambientalistas reconocen algunos avances pero advierten que hay asignaturas pendientes.
«Este es un plan prendido con alfileres», se lamentó Alberti, quien sufre alergias cutáneas. «Las empresas asustan con el fantasma de que si se les exige el nivel correcto de vertido tendrían mayores costes y podrían cerrar, aumentando así el desempleo. Hay una connivencia entre funcionarios y empresarios» para no poner esos límites, sostuvo.
Lorena Pujo, coordinadora de la Campaña Riachuelo de Greenpeace Argentina, señaló a la AP que «el saneamiento es posible si se toman medidas de fondo, aunque llevaría unos 25 o 30 años». Lo más importante, dijo, es apuntar a una «tendencia a vertido industrial cero», ya que «los estándares de vertido actuales son muy bajos», producto de una resolución de 2007 de la Acumar.
Agregó que el Riachuelo presenta niveles de contaminación «de medio a alto en todo su tramo» y que no se observa una «tendencia positiva que se sostenga en el tiempo».
«Existe una solución a largo plazo con alto costo, que puede llevar décadas», dijo a la AP Raúl Estrada Oyuela, diplomático y miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente que ha representado a Argentina en negociaciones ambientales internacionales. El saneamiento del famoso río, señaló, requiere de «voluntad política para aplicar medidas de fondo» que hasta ahora fueron dejadas de lado. Una de ellas es la drástica restricción de vertidos contaminantes al agua por centenares de industrias ribereñas y de los desechos cloacales.
Una vez que se dejen de verter sustancias tóxicas, habrá que evaluar cómo se extraen los barros contaminados que está en el lecho y que constituyen otro quebradero de cabeza porque su remoción puede terminar generando más contaminación.
Estrada Oyuela señaló que hay experiencias al respecto como las que llevan a cabo el cuerpo de ingenieros del ejército de Estados Unidos en ríos de ese país. «El método es cubrir los barros con unas capas inertes (arenas) que con el tiempo llevan a un proceso geológico que hace que la contaminación se convierta en piedras».
La degradación del afluente es histórica. En 1801 se instalaron en sus márgenes los primeros saladeros que arrojaban al agua restos de cuero, carne, huesos y grasa de animales. Diez años después el Riachuelo ya estaba contaminado por la actividad de las curtiembres y mataderos. Con los años, las industrias comenzaron a volcar aguas ácidas y metales pesados.
Distintos gobiernos prometieron limpiar el agua pero no cumplieron y la difusión días atrás del informe del Blacksmith Institute y la Green Cross Suiza puso de nuevo el tema sobre el tapete.
El secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Juan José Mussi, lo relativizó y dijo que se trataba de una «noticia vieja», pero admitió que el problema «no está solucionado».
El estudio señaló que «los fabricantes de químicos» ribereños «son responsables de más de un tercio de la contaminación», además de que «80% de las muestras de agua tomadas de pozos cerca de la cuenca hidrográfica no son seguras para beber debido a la contaminación». Pero también aclara que varios programas importantes están logrando «progresos» y que lo más significativo son los fondos del Banco Mundial por mil millones de dólares para tareas de saneamiento.
«No dudo que estamos hablando de uno de los sitios de mayor contaminación en el mundo, (aunque) considero irrelevante que sea el número 8 o el 20», dijo a la AP Marisa Arienza, presidenta de Green Cross Argentina, quien criticó el hecho de que un informe de ese tipo no vaya «acompañado de datos duros de laboratorio» de sus propios autores.
Los habitantes de la cuenca hidrográfica sufren de parásitos y enfermedades cutáneas. Según Arienza, las «personas afectadas con algún tipo de impacto en la salud, ya sea banal o importante, son alrededor de 2.000, mientras que 20.000 son las que habitan en la zona de afectación sin impacto individual comprobado.
«Lo más importante es la contaminación con el plomo: en los niños produce dificultades en el crecimiento, sangrado de encías y dermatitis», agregó. Los menores se contagian al entrar en contacto con la tierra o el barro de los márgenes ribereños.
La Acumar ha destacado como avances de limpieza la inspección de 12.701 industrias de las que «1.079 son agentes contaminantes». Señaló que un total de «891 están trabajando con un plan de reconversión industrial para dejar de contaminar y 411 ya reconvirtieron sus procesos productivos», un número que según ecologistas sigue siendo bajo.
También dijo que a través de dos empresas públicas se han invertido el equivalente a unos 225 millones de dólares en obras de saneamiento, provisión de agua y tratamiento de líquidos cloacales y que continúa la reubicación de pobladores de la ribera en lugares más seguros. Además destacó que de 269 basurales que Acumar relevó en 2011, ya se erradicaron 180, lo que representa casi el 70%. Al mismo tiempo se están construyendo Ecopuntos, que son centros de clasificación y reciclado de residuos.
Otro avance, admitió la Fundación Ambiente y Recursos Nacionales, que también supervisa el plan de saneamiento, fue la remoción de buques hundidos y de basura de los márgenes del río y de la superficie del agua.
Pero la misma organización recordó que un juzgado federal cargo del control de las obras a realizarse ha denunciado «una serie de inconsistencias, irregularidades administrativas e incumplimientos contractuales… para la limpieza de espejo y márgenes de la cuenca». Además urgió a relocalizar el Polo Petroquímico de Dock Sud, situado en el limítrofe municipio de Avellaneda, e «iniciar las obras para el saneamiento cloacal».
Un informe de Greenpeace de principios de año resumió la situación con el título «Las aguas siguen bajando turbias». El informe analiza datos oficiales de los últimos cinco años y señaló, entre otros problemas, que en la cuenca Matanza-Riachuelo «se observa que la contaminación de cromo aumenta de manera progresiva» y que hay «una marcada y elevada concentración de cobre».
«Si realizamos el promedio de estos cinco años, claramente se evidencia un río sin oxígeno disuelto en los tramos medios y bajos», afirmó.