La dinámica política y social ocurrida alrededor de las presentes elecciones generales ha venido a mostrar una realidad irrefutable: el modelo político diseñado alrededor de la Constitución Política del año 1985 ha demostrado sus serias falencias, no sólo en el marco de las condiciones expuestas en dicho pacto social, mismo que partió de una premisa en donde se buscaba acabar con el Estado contrainsurgente y que se fundaba en abrir los espacios de oxigenación de una sociedad sumamente afectada por los efectos del conflicto armado interno, y un tejido social extremadamente exhausto de los excesos de gobiernos militares en materia de gobierno, corrupción y derechos humanos.
Este pacto social plasmado en la Constitución Política del año 1985 seguramente tuvo su lógica y su explicación, en tanto las condiciones políticas, económicas y sociales de aquellos años, más apremiados por introducirse en la ola de nuevos gobiernos democráticos de Latinoamérica y terminando con la criticable égida de los gobiernos militares, para impulsar cambios en el aspecto democrático caracterizado por gobiernos libremente electos y con elecciones limpias, así como con la introducción de nuevas instituciones democráticas como el Tribunal Supremo Electoral, la Corte de Constitucionalidad y la Procuraduría de los Derechos Humanos.
Sin embargo, las elecciones actuales y los resultados de la democracia que se concertó en aquel pacto social han venido a desvelar nuestras grandes carencias en diversos campos, en donde se puede constatar un Estado débil, mínimo y sin recursos financieros; una evidente presencia de las élites en las decisiones y negocios propios del quehacer de gobiernos; un modelo político agotado en donde lo menos constante es la presencia de organizaciones políticas duraderas y más bien caracterizada por maquinarias que emergen cuando se dan las elecciones consiguen ubicarse en el gobierno y luego mueren sin ninguna consolidación con bases sociales.
En materia de resultados de gobierno, tampoco nos ha ido muy bien. Seguimos con prácticamente las mismas condiciones de desigualdad social de hace casi medio siglo y probablemente más; los niveles de pobreza y pobreza extrema siguen constituyendo indicadores de vergí¼enza; la economía continúa siendo informal principalmente, precisamente como una muestra de exclusión del mercado formal y como forma de sobrevivencia de grandes grupos de población caracterizados por sus bajos niveles de ingresos, de trabajo de todos los días todo el tiempo; sin contratos de trabajo y sin la cobertura social correspondiente. Ni hablar de las condiciones de la salud, la educación, la vivienda, la seguridad social, la vivienda y, hoy con mayor razón, de la seguridad ciudadana.
En el ámbito de los partidos políticos hoy se profundizó un esquema de comportamiento que ya se venía dando, pero que estas elecciones mostraron con mayor crudeza y cinismo. La profundización del caudillismo hoy es completamente descarado, con la inclusión de esposas, hijos, hijas, padres y demás familiares que crean espacios políticos de tipo dinástico y que resultan también la muestra de la poca densidad de los partidos políticos y donde decide es el caudillo y nadie más.
Todo este conjunto de evidencias tratadas en el espacio que permite esta nota han venido a configurar la fatiga del modelo planteado y plasmado en aquel pacto social y que hoy con mayor razón invita y concita a todas las personas a discutir y debatir abiertamente sobre las perspectivas de nuestra sociedad y romper con todos las condiciones absurdas de regímenes de gobierno que únicamente llegan al poder a enriquecer a nuevos funcionarios, permiten la presencia de capital tradicional o emergente y dejan un legado que únicamente profundiza los dolosos porcentajes de desnutrición, muerte materna, mortalidad infantil, pobreza y pobreza extrema, quiebres en el modelo de educación, grandes contingentes de población sobreviviendo día a día en la informalidad y viviendo en el riesgo de deslaves y en viviendas precarias. Sin duda, es necesario discutir con seriedad el futuro de nuestra sociedad y nuestra nación sobre la base de llegar a un nuevo pacto social, ahora sí, más incluyente, creativo y realista.