Estas palabras pueden sonar extrañas, fuera de lugar, en momentos cuando hemos caído al fondo del oscuro abismo de lo irracional, en medio de una salvaje violencia y la más repugnante impunidad.
Ahora que el abuso, corrupción e irresponsabilidad de nuestros gobiernos ha llegado a su máxima expresión.
Cuando son ya demasiados los años de vivir un inmisericorde calvario, a lo largo del cual se han perdido miles de vidas y millones de sueños de ciudadanos que sólo deseaban una vida mejor para ellos y sus familias.
Cuando nuestras autoridades han cedido cobarde y servilmente nuestra soberanía y debilitado la poca institucionalidad que nos quedaba.
Y sin embargo existe esperanza.
Maravillosa y admirablemente, en medio de este ambiente que a cualquiera nación hundiría en depresión y derrotismo, hay un pueblo indomable que a pesar de tanta adversidad, de tanto golpe bajo y artero, sigue con la frente en alto y el corazón bien puesto, luchando día a día, por su familia y su futuro.
Un pueblo cuya fuerza es más grande que el mal que lo ataca. Que después de cada golpe, se levanta más fuerte que antes de la caída.
Fallarle a la patria en estos momentos o dejarla sola mientras sufre y se desangra, ES COBARDíA.
Los guatemaltecos siempre superamos la adversidad. A pesar de años de gobiernos incapaces y corruptos, seguimos adelante.
Es nuestro deber y derecho, pedir a los gobernantes de turno, que cumplan sus funciones constitucionales con total respeto a la ley. Si no lo hacen o se apartan de la línea correcta, debemos sin rodeos, pedirles “que se vayanâ€, como lo están haciendo pueblos hermanos alrededor del mundo.
En la tormenta de indignación que mundialmente se ha desatando contra la clase política corrupta, resuenan con claridad las valientes palabras del señor Alejandro Martí, quien con la voz dolida por la muerte de su hijo, pero con el corazón lleno de patriotismo, dijo ante el señor presidente de México, don Felipe Calderón Hinojosa, que si como funcionarios, servidores del pueblo, piensan “que la vara es muy alta, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden†renuncien a sus cargos, pero que no sigan engañando al pueblo ni medrando de su dolor.
Los guatemaltecos no podemos ser más pequeños que la patria. Recobrar la dignidad, volver al camino correcto, es un reto que no podemos soslayar, porque como dicen las estrofas de nuestro himno:
“tus hijos valientes y altivos, que veneran la paz cual presea, nunca esquivan la ruda pelea si defienden su tierra y su hogar.â€
Seamos dignos de esas palabras.