En 1882 se estableció legalmente en Guatemala la primera misión protestante que compitió con la hegemonía de la Iglesia Católica y a la vez abrió el paso para que otras denominaciones religiosas, especialmente evangélicas, se instalaran en el país. Desde entonces se ha observado un crecimiento acelerado de diferentes expresiones religiosas e iglesias, que no necesariamente están enfocadas en ofrecer orientaciones en el ámbito existencial o moral para los guatemaltecos.
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La Constitución establece que todas las personas tienen derecho a practicar su religión o creencia, tanto en público como en privado, y con ese respaldo legal se ha incrementado exponencialmente en el país el número de iglesias, especialmente evangélicas, que formalizan su institución.
Según el Ministerio de Gobernación, hasta el 2011 había 1,723 iglesias inscritas, a las que se les sumaron 237 en el 2012. Además, hay 84 solicitudes para crear nuevas iglesias en trámite, pendientes de aprobación.
El aumento de instituciones religiosas no es solo una cuestión de formalismos; cada vez es más común observar más creyentes en las iglesias, que pueden ser casas sencillas o templos lujosos, comparables en proporción con estadios deportivos o centros de convenciones.
El crecimiento de los movimientos religiosos protestantes es notorio y progresivo, al punto que las iglesias amplían cada vez más la cobertura de los servicios espirituales a otros, como la educación y la salud.
EL CRECIMIENTO
Aunque no se cuenta con datos exactos sobre el incremento de creyentes que migran del catolicismo hacia otras corrientes religiosas, el estudio “El Crecimiento de las Iglesias Evangélicas en Guatemala: Una Mirada Socio-religiosa”, realizado en 2010 por el reverendo Vitalino Similox Salazar con el respaldo del Consejo Ecuménico, ofrece una perspectiva general de la situación.
La investigación señala que de 1882 a 1940 la población evangélica era insignificante, pues representaba a cerca del 2 por ciento de los guatemaltecos, pero para el año 1978 se calculaba en un 17.98 por ciento. Para 1980, los evangélicos ya representaban el 19.10 por ciento de la población, mientras que para el centenario del protestantismo guatemalteco, en 1982, la cifra se había elevado a un 22.34 por ciento.
En 1986, el 30 por ciento de los guatemaltecos ya se consideraba evangélico; durante 1991 la cifra se cuantificó en un 21 por ciento y para el año 2001 en 25.27 por ciento, probablemente por la creación de otro tipo de iglesias y modificaciones en los métodos de obtención de información. Finalmente, la cifra se situó en 30.76 por ciento en el 2006. Esto refleja un crecimiento acelerado de creyentes evangélicos, principalmente a partir de las décadas de los 70 y 80.
Similox, del Consejo Ecuménico Cristiano de Guatemala, indica que las crisis sociales, las dificultades económicas y la desigualdad hacen que las personas recurran a su fe y espiritualidad para encontrar las respuestas a las causas de problemas. “Andan en búsqueda de información y del sentido de su existencia; existen crisis en la humanidad y de valores, y allí es donde radica el crecimiento de estas iglesias”, explica.
El religioso señala que ante tal necesidad, hay personas que se aprovechan y han hecho de la religión un medio de vida: “Han hecho negocio a costa de la búsqueda sincera de algunas personas, volviendo la religión, en este caso la evangélica, pentecostales, etcétera, como una fuente de recursos. Se ha dicho comúnmente que si se quiere salir de una crisis, una persona debe hacer una iglesia, volverse pastor y se resolverá su problema”.
MÁS QUE UNA NECESIDAD
El crecimiento abrupto de las iglesias evangélicas en Guatemala y Latinoamérica en solo dos décadas no fue una simple casualidad, sino un plan orquestado para la región desde Estados Unidos; esa es la tesis que se fundamentó con la trascendencia del informe Rockefeller.
El informe de la Comisión Rockefeller de 1969, creada en Estados Unidos bajo la presidencia de Gerald Ford para investigar las actividades de la Agencia Central de Inteligencia, anotaba que la Iglesia católica era “vulnerable a la penetración subversiva”, que en esa época cobraba fuerza en diferentes países latinoamericanos.
El informe revela que se desarrolló un plan para introducir iglesias protestantes en Latinoamérica y así contrarrestar la influencia de la Teología de la Liberación, que contaba entonces con el respaldo de una importante facción de la Iglesia Católica.
Los religiosos católicos enfocaban su trabajo en principios filosóficos sociales, como la preferencia por los pobres y la necesidad de generar desarrollo para las clases trabajadoras. Eso sería visto como una amenaza desde el exterior, por lo que se articuló un plan para contrarrestar la cohesión social que había desarrollado la Iglesia.
Similox explica que Claudia Dary, una antropóloga guatemalteca, habla de cinco tesis que podrían explicar el auge de las iglesias evangélicas y “una de estas es que por el plan contrainsurgente que llegó del Norte y que las conversiones serían el resultado del éxito de los planes contrainsurgentes y anticomunistas diseñados desde los Estados Unidos, en los cuales se concebía como un ideal la vida alejada de la política”.
“Se proponía un conformismo ante la situación que se vivía a finales de los años setenta, lo que a la larga no comprometería a la población recién convertida con ningún cambio social, mucho menos estructural, y dejaría el statu quo inalterado; en esos años muchos creyeron que solo una reforma moral y espiritual podía sacar a Guatemala del atasco socioeconómico en que se encontraba”, refiere Similox, en referencia a los estudios de la antropóloga.
PREOCUPACIÓN CATÓLICA
El incremento de fieles protestantes ha pasado la factura a la Iglesia Católica, que ha visto una reducción de sus fieles y a la vez, de su influencia sobre la sociedad guatemalteca.
Monseñor Bernabé de Jesús Sagastume, secretario general de la Conferencia Episcopal de Guatemala, dice que la Iglesia Católica es respetuosa de la libertad de credo de los ciudadanos que profesen una religión distinta a la católica. “No podemos restringir a quienes lo hacen de una manera honesta y sincera; claro que aquí no se sabe la verdadera motivación que haya de fondo o intereses de otra índole”.
Sin embargo, la situación tampoco pasa desapercibida. “Nos preocupa, como obispos, el hecho de que siga en aumento la existencia de las iglesias evangélicas, pero no podemos frenarlas o tomar acciones en contra, más que trabajar en la evangelización. La Iglesia no va a conquistar feligreses siguiendo los criterios de ellos, de engaño, de ofrecimiento, de víveres, de trabajo o de dinero, que después es cobrado con el diezmo”, señaló Sagastume.
Además, critica a las iglesias evangélicas que engañan con la condenación eterna –al infierno– y explica que la fe católica ya no utiliza ese lenguaje de juicio o de condena, sino más bien está “llevando la tarea evangelizadora”. “Será por atracción y testimonio que aquellos que se han alejado vuelvan al redil de la Iglesia Católica”.
Según Sagastume, el aumento de la población evangélica se debe a que muchos no han vivido su fe católica de forma comprometida, sino que se han quedado rezagados, alejándose de la Iglesia y conformándose con un mínimo de práctica religiosa, o cuando viven una situación de penuria económica, la muerte de un familiar, vicios, etc. “A veces, son esos intereses los que hacen que algunos que fueron católicos, pero no practicantes activos, se vayan; puede ser que otros por mal testimonio, engaño o algún problema, pero principalmente por la falta de una formación doctrinal”.
Monseñor Sagastume enfatizó que las iglesias evangélicas “comercializan la fe” con las promesas de sanaciones o “situaciones de ese estilo” y a veces con otro tipo de objetos religiosos. “La gente va en búsqueda de sanación o curación, entonces les ofrecen un aceite bendito, un pañuelo, y eso hace que se comercialice la fe, cuando les exigen el diezmo que tienen que pagar”.
Según el religioso, las iglesias evangélicas han sido fundamentalistas, desacreditando a la Iglesia Católica para su propio beneficio, pero a pesar de esa debilitación, indicó que no es la cantidad, sino la calidad de los cristianos católicos, lo que se requiere para reedificar al catolicismo.
EN MOMENTOS DE CRISIS…
Por su parte, Julio Cesar De León, prosecretario de la Alianza Evangélica, señala que la necesidad del país es tal, que continuamente se abren iglesias en lugares donde no existían y considera que “son grupos muy dinámicos que están creciendo por el trabajo que realizan viendo las necesidades espirituales de una población que atraviesa por una crisis”.
Al ser cuestionado si verdaderamente las iglesias evangélicas venden o comercializan la fe, De León indicó que esta situación es, a su criterio, relativa, porque la mayoría de congregaciones que existen en Guatemala tienen un sistema organizativo con gobierno muy bien definido, en donde hay control de muchos de los aspectos financieros.
Entonces, según De León, lo que sucede es que hay movimientos muy fuertes que han logrado construir templos que son “impresionantes” y la apreciación de muchos es que se comercializa la fe, pero estima que “no es una apreciación correcta, pues la mayoría de pastores tiene una labor verdaderamente sacrificial y no es precisamente su interés comercializar sino servir a la mayoría de personas”.
Al ser consultado por las “mega-iglesias”, indicó que la construcción de estas edificaciones es parte de la forma organizativa que tienen las iglesias y concluyó que es el resultado de la contribución de fieles. “Todas las iglesias tienen su sostenimiento en la contribución de sus miembros”, determinó.
Además dijo que el diezmo en la iglesia es una aportación que no tiene carácter obligatorio, entonces “es una oportunidad que establece la Palabra de participación que trae bendición; no en el sentido que si doy el diezmo Dios me tiene que sanar, porque se ha mal entendido esa situación, o que si doy el diezmo Dios me tiene que ayudar a tener una vida mejor, pero una cosa no tiene nada que ver con otra”.
Aseguró que el crecimiento de las iglesias evangélicas ha sido generado por el poco dinamismo que ha tenido la Iglesia Católica. Según De León, se estima que un 43 por ciento del total de la población en el país es evangélico, aproximadamente de entre 6 a 7 millones de personas.
¿UN NEGOCIO?
Sin especificar o generalizar, Similox lamenta que muchas iglesias se hayan convertido en fachadas de otros negocios, no necesariamente claros, objetivos y justos: “Veo grandes construcciones, grandes edificaciones, y en un país tan pobre ¿De dónde viene ese dinero? ¿Quién a manos llenas anda regalando, diezmando y haciendo edificaciones millonarias? ¿De dónde vienen esos recursos?, y en algunas de las expresiones de los líderes dicen hemos hecho esta construcción al estricto contado”.
Además refiere que puede haber negocios ilícitos detrás de algunas agrupaciones religiosas; en “algunas iglesias” existe la posibilidad de “lavado de dinero”. Entonces, a criterio del religioso, el crecimiento de las iglesias es aparente, puesto que la cifra que se maneja no pasa del 25 por ciento de evangélicos.
Dijo que las iglesias evangélicas ofrecen a sus fieles el cielo y hasta llegar a tocar lo sagrado, pero que al final no son ciertos tales ofrecimientos, pues “algunos pastores y líderes han hecho de la fe un negocio”.
Además considera que el crecimiento de la iglesia evangélica no precisamente ha sido en detrimento de la fe católica o de otra iglesia, sino es el efecto de individualismo, competencia y sectarismo que se fomenta en una sociedad que no ha logrado “sanar” las heridas del conflicto armado. “Las personas no se han realizado como imagen y semejanza de Dios, entonces se les ofrece aspectos pasajeros y subjetivos, pero no todo es negativo, pues en algunos casos han ayudado a la comunidad”.
Estas iglesias se han convertido en un “spa espiritual” sin una autoridad central, pues no hay una iglesia evangélica sino hay varias; no hay un ente que los represente o los aglutine y los guíe, sino que cada iglesia local tiene su propia voz. “Esa individualización, proliferación, no incide en cambiar una serie de injusticias que existen en nuestro país, no se puede hablar de la iglesia evangélica, sino de las iglesias evangélicas”.
Según Similox muchas de estas iglesias no están ayudando a la sociedad guatemalteca para formarse como «dignamente debe hacerse», y ser la imagen y semejanza de Dios. A su criterio, todos los valores de justicia, verdad, amor y equilibrio, “son valores que no están siendo de interés, sino más bien le resolvemos su problema y no importa el resto; aquí usted se salva y no importa lo demás, entonces ese individualismo está dañando mucho a nuestro país”.
“El concepto de competencia y sentirse casi una clase especial, son intocables, infalibles, poseen la verdad, son dueños de la verdad; esos sectarismos dañan a una sociedad que pretende ser democrática, participativa y sobre todo pluricultural”, puntualizó.
Según el Consejo Ecuménico Cristiano de Guatemala, la iglesia evangélica se inició en el arribo de la Misión Presbiteriana en 1882.
Luego llegaron las misiones centroamericanas en 1899; “Amigos” (en Chiquimula) en 1902; Nazareno, (en las Verapaces) en 1904; y la Misión Metodista Primitiva, en 1921, en el Quiché y Totonicapán. Seguida por la Alianza Cristiana Misionera, en Santa Rosa, los Cuáqueros (Amigos) en Chiquimula, entre 1899 a 1930; éstas últimas consideradas movimientos de santidad.
De 1930 a 1965 llegan las de corriente pentecostal, Asamblea de Dios, Iglesia de Dios, Iglesia Cuadrangular, Príncipe de Paz (ésta de origen guatemalteco) y una serie de muchas más hasta hoy.
A partir de 1970 a la fecha, aparecen las neopentecostales, Verbo, Elim., Fraternidad Cristiana, Puerta del Cielo, Lluvias de Gracia, Familia de Dios, etc., que a la fecha son más de 20 mega-iglesias, en la ciudad capital y los principales departamentos del país.