Un alto dignatario de la Iglesia ortodoxa rusa instó el miércoles a las autoridades a investigar y prohibir novelas del Premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez, y de Vladimir Nabokov por «justificar la pedofilia». La reclamación representa un paso más de esa denominación por imponer normas religiosas en un país que alguna vez abjuró de la religión.
El padre Vsevolod Chaplin, que dirige el departamento de relaciones públicas del Patriarcado de Moscú, discutió las obras señeras Cien años de soledad, del colombiano García Márquez, y Lolita, del ruso Nabokov, por la radio Ekho Moskvy.
El religioso dijo que las obras de los dos prominentes autores no deberían ser incluidas en los programas de la escuela secundaria porque dan un aura romántica «a pasiones pervertidas que hace infeliz a la gente».
«Evidentemente, la popularización de esas novelas en las escuelas no hará a nuestra sociedad moralmente más feliz», afirmó según la agencia Interfax.
Mijail Shvydkoi, un enviado del Kremlin para la cooperación cultural internacional, disintió aduciendo que si las autoridades tomaban esa medida dañarían la imagen nacional.
Nabokov, que salió de Rusia poco después de la revolución bolchevique de 1917, publicó Lolita en inglés en 1955. Tradujo el libro al ruso en 1967, pero la traducción, junto con el resto de sus escritos, fue prohibida en la Unión Soviética como «pornografía».
Cien años de soledad fue publicada en cambio durante la era soviética, pese a numerosas referencias a incesto y relaciones sexuales con menores.
La Iglesia ortodoxa rusa ha reclamado mayores controles sobre el contenido de la televisión y la radio y dijo que las mujeres rusas debían observar un «código ortodoxo de vestimenta» usando faldas largas y atuendos no reveladores.
Esa iglesia ha experimentado un renacimiento desde que se desintegró la Unión Soviética oficialmente atea en 1991. Ahora dice tener más de 100 millones de fieles en Rusia y decenas de millones en el exterior, aunque las encuestas indican que solamente un 5% de los rusos son practicantes.
La Iglesia y el Estado están oficialmente separados según la Constitución postsoviética, pero los líderes ortodoxos aspiran a un papel más vigoroso para una iglesia que ha servido al Estado durante buena parte de sus mil años de historia.