¿Esperanza de cambio?


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Todo parece indicar que el próximo 14 de enero del próximo año Otto Pérez Molina será juramentado como Presidente de la República de Guatemala para el perí­odo 2012-2016. La encuesta publicada hoy jueves por el matutino Prensa Libre, deja poco lugar a la especulación. Entre las pobres opciones que tenemos para elegir me parece que es la del Partido Patriota la opción menos dañina para nuestro paí­s. No creo sin embargo, y ojalá me equivoque, que el General pueda darle un giro a nuestro destino, creo que lo que sucederá con el gobierno del Partido Patriota será básicamente más de lo mismo.

John Carroll S.

 


Los polí­ticos guatemaltecos de los últimos lustros no han comprendido o quieren comprender que las buenas intenciones no son suficientes para poder desarrollarnos.  Necesitamos dar un giro violento al timón del barco para poder enderezar el rumbo hacia un destino que otros paí­ses han comprobado se puede alcanzar. Cambiar el rumbo significa trabajar bajo otros fundamentos con reglas distintas y sobre todo entender que no podemos esperar resultados muy diferentes si seguimos en el mismo camino.

Muchos funcionarios honrados y capaces han ostentado el poder en los últimos años y pocos de ellos han podido hacer cambios  significativos porque generalmente no se atreven a cuestionar el sistema actual. Lo polí­ticamente correcto termina envolviendo el trabajo de muchos funcionarios que tienen miedo a opinar diferente y a plantear cambios firmes y decididos. Desde mi punto de vista el sistema actual no funciona porque tiene errores fundamentales que lo convierten en un recetario de incentivos perversos. Debemos repensar las reglas del juego de manera tal que la Constitución sea finalmente una garantí­a para el individuo. Que busque básicamente proteger los derechos fundamentales de los individuos y no sus deseos o anhelos. Debe también la Constitución proteger al individuo de los abusos de los que ostentan el poder y no al revés como sucede hoy en dí­a. Para que esto se dé,  los guatemaltecos tenemos que darnos cuenta que no hay cosa que haga más feliz a un polí­tico como aquella en la que le pidan prebendas, subsidios, ayudas, asistencias y servicios que pueda cumplir, bien o mal,  porque esto es precisamente la gasolina del estatus quo. Su trabajo es vender ilusiones y las seguirán vendiendo mientras encuentren clientes. Con la actual Constitución, hemos logrado que el Estado nos provea de muchí­simos servicios. Da mucha emoción leer el texto constitucional porque en el papel, el paraí­so se queda corto si lo comparamos con todo lo que el Estado guatemalteco está obligado a proveernos. La triste realidad es que ese sistema no funciona porque no existe tal cosa como la “gratuidad” de escuelas y hospitales, la Bolsa Solidaria no cae del cielo, los complejos habitacionales no emanan del suelo y los Comedores Solidarios no cocinan con baritas mágicas. Si fuera cierto que los males de los guatemaltecos se pueden resolver o paliar con este tipo de asistencias ¿Por qué no decretarnos millonarios todos de una vez?  ¿Por qué engañarnos y dejar pasar tiempo valioso de progreso y adelanto con falsos principios que nos tienen donde estamos actualmente?  ¿Por qué permitir que se apliquen reglas distintas para individuos esencialmente iguales, guatemaltecos todos, seres humanos todos? Cada vez que usted señor empresario, deportista,  artista, estudiante, mujer u hombre,  se sirva de una prebenda estatal piense que otros se servirán de usted mediante la fina discrecionalidad de un polí­tico. Está jugando un juego que nunca ganará, porque si no lo paga con impuestos lo pagará con  angustia, con inseguridad y sufrimiento.

Mala maña la de no atacar las causas sino los efectos. ¿Acabará la Súper tortilla con el hambre? No lo lograrán porque el hambre es el efecto y no la causa, son las hojas y no la raí­z de la mala hierba. 
Espero poco más de lo mismo de los funcionarios que ocuparán el Ejecutivo, pero quiero creer que valientes Diputados propondrán cambios que nos pongan en la ruta correcta. Me queda solo recordarle las palabras de Frédéric  Bastiat: “El Estado es la gran ficción en donde todo mundo trata de vivir a expensas del resto”.