¿Es la muerte el camino para salir adelante?


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El día viernes y durante todo el fin de semana, las redes sociales se inundaron con comentarios acerca de la condena a cadena perpetua de Erwin Sperisen a manos de un tribunal suizo que lo juzgó por su calidad de ciudadano de aquel país.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


De todo hay en la viña del Señor, pero han sido numerosas las personas que se han mostrado en contra de la condena. Algunos con comentarios más mesurados que otros, pero creo que es válido resumir la opinión de mucha gente en el sentido que Sperisen es un héroe en el imaginario colectivo de una buena parte de la sociedad, porque nos liberó de “lacras sociales”.

Creo que un tema tan serio y complejo como este no puede ser visto a la ligera. Es entendible la rabia e impotencia que siente mucha gente ante los asesinatos, secuestros, extorsiones y demás que se han convertido en un diario vivir de nuestra sociedad.

Pero tengo mis serias dudas que esos males se deban combatir con otros males iguales o mayores y que se reducen en el fortalecimiento de la cultura de muerte, es decir, aquella que nos hace resolver todas nuestras diferencias a punta de bala.

Equivocadamente se cree que el matar a delincuentes es el camino indicado para salir adelante como país. ¿Quién nos dice que la policía o los brazos estatales de sicariato solo  se dedican a matar a delincuentes? Además, narcotraficantes, mareros y ladronzuelos de calle, también hacen su limpia de forma impune.

Por esa cultura de andarnos matando entre todos, ya sea por ajustes de cuentas o por un pinche celular, es que se han muerto las jóvenes del INCA que fueron brutalmente asesinadas, las víctimas del atentado en Taco Inn o todos aquellos que han muerto porque se resisten a que les roben el celular, entre miles de chapines.

En otras palabras, Nancy, Karla, Jenny y Max también están muertos porque unos desalmados decidieron ponerle fin a sus vidas dado que la muerte en Guatemala es un medio sumamente accesible para resolver o lograr las cosas.

A mí me han dado ganas de empuñar un arma para hacer, lo que equivocadamente, pudiera considerar justicia pero he entendido que ese camino no me lleva a ningún lado y que, si decidiera hacerlo, me debo atener a las consecuencias.

Los delincuentes de este país, incluidos los de cuello blanco, nos tienen de rodillas y hay que derrotarlos, pero esa victoria no se obtiene fortaleciendo la cultura de la muerte, sino fortaleciendo un sistema de justicia que como ciudadanos hemos permitido que sea manoseado y secuestrado para el beneficio de unos pocos y por ello, es que los mareros, narcos, policías y  corruptos  hacen lo que quieran, dejándonos un sentimiento equivocado que matarlos es el único camino.

El que a hierro mata a hierro muere dice el dicho. Si hoy aplaudimos la muerte, estamos alentando un sistema que permitirá que la próxima vez que nos resistamos a darle mordida a un policía corrupto que nos haga un alto, tenemos riesgo de morir por no satisfacer el deseo del funcionario, no digamos si nos resistimos a ser parte de un sucio negocio.

Hay que luchar contra la delincuencia, pero debemos hacerlo en el marco de la ley porque no hemos entendido que estamos labrando nuestra propia estaca y para ello, es bueno que dejemos de un lado los dobles raseros que hacen que la justicia en Guatemala sea neutralizada por cualquiera que acceda por medio de los poderes ocultos del sistema.