¿En realidad perdimos la lucha contra las drogas?


Jorge_MARIO_Andrino

Una vez aclarado el punto que tanta discusión tienen los analistas y expertos, quizá sea mejor entonces declarar que se ha perdido la esperanza en luchar contra la corrupción, o bien la contaminación ambiental; o tantos otros temas que el mundo enfrenta, ante un proceso de globalización que cada día más exige que la sociedad y sus Estados, enfrenten circunstancias apremiantes, y que a pesar de todo, se invierte dinero, tiempo y esfuerzo en aplacarlos.

Jorge Mario Andrino Grotewold


Cuando se lanzó la iniciativa del presidente Pérez Molina sobre el tema de las drogas, muchos lo vieron con escepticismo e inclusive no faltaron los que hablaron de cortina de humo para otros temas como el usufructo ilegal del Puerto Quetzal o quién sabe que otros temas de los cuales la ciudadanía no se entera.  Pero también hubo quienes rescataron la propuesta, entendiendo que era simplemente un llamamiento a discutir, lo que provocó que cientos de radicales, de uno y otro bando, reaccionaran polarizados, al menos en Guatemala, como pareciera ser una de las características del país.  Sin embargo, discutir el tema no era necesariamente estar de acuerdo con su legalización, sino lo que se perseguía, según palabras del propio mandatario en ese entonces, era determinar los pros y contras de una lucha que, claro está, ha costado mucho en recursos y en pérdidas de todo tipo.

Pero cuando ya una organización como la OEA enfila a un cónclave internacional en el cual se pretende, no sólo debatir la idea, sino además proponer una legalización de ciertos elementos como la marihuana, indicando que es lo que queda por hacer, ante lo abrumador que ha sido su desarrollo y el ineficaz proceso de combatir su consumo, pareciera ser una sentencia clara de un ente regional, en donde se bajan los brazos y se promueve inclusive, que la producción y consumo sea regulado por los Estados, ante la simple conclusión que “la lucha está perdida”.  Y es que se han dado a conocer grandes estadísticas de los efectos de la lucha y el combate a las drogas, lo cual obliga a pensar que lo que sea que esté haciendo el mundo en este proceso, no está funcionando, y entonces es mejor dejar al libre albedrío de las personas, su consumo o no. 

Lo que no pareciera entrar en discusión, son los graves y nocivos efectos de estas drogas en el organismo de las personas, especialmente aquellas que abusan de su consumo, generando toda una nueva circunstancia de cuidado y protección de la salud de las personas.  Y en la realidad guatemalteca, que tiene muchos parecidos con países latinoamericanos, las enfermedades y la ausencia de salud preventiva, combinado con una ausencia de seguridad social, no debe sumársele el costoso y poco efectivo tratamiento de enfermedades producidas por las drogas. 

Ante el argumento del procedimiento que tomó la legalización del licor en el mundo, hay que explicar la cantidad de muertes que causa el alcohol, en menores o mayores, por enfermedades, accidentes y otros. La suma o multiplicación que podría hacerse por casos de consumo de drogas, vendidas sin reserva de ser ilegales, sería muy obvia.  Sumado a ello, se determinan como ventajas los posibles ingresos por impuestos generados por el consumo, pero eso sería mercantilizar un problema, en lugar de solucionarlo.

Pero al final, ante el planteamiento formal de liberar el consumo (y por ende su producción y comercialización), por la simple excusa de que se perdió la lucha, vale la pena hacer introspectivamente un análisis y evaluar, si efectivamente se han hecho todos los esfuerzos necesarios para su combate, entendiendo lo nocivo que puede ser para la salud mental y física de las personas. Esfuerzos desde los incentivos económicos más éticos, una enseñanza efectiva o los valores morales que en familia alcanzan a hacer falta en estos días.

 Porque si ese argumento fuera válido, dejemos de luchar por un mundo más sano, más ecológicamente amigable, más transparente, más educado y sobre todo más humano.