Frase cajonera fue aquella, cuando alguien tenía que hablar ante niños y jóvenes, que los exaltaba como “el futuro de la Patria” para señalar el cúmulo de esperanzas que se ponía en ese conjunto de mentes frescas, llenas de ideas románticas, que eran el semillero de la reserva moral de la sociedad. A todos nos tocó formar parte de alguno de esos auditorios en los que se nos llamaba a ser los constructores de un nuevo orden social más pleno de valores y con ideales elevadísimos que se debían convertir en la meta que inspirara nuestros actos.
Hace años que muchos niños de Guatemala encarnan otro tipo del futuro de la Patria, puesto que han sido reclutados por las pandillas para que se conviertan en sicarios que se benefician de la norma constitucional que considera inimputables por la comisión de un delito a los menores de edad. Inicialmente eran jóvenes adolescentes, cercanos a los 18 años, los que recibían el encargo de cometer brutales crímenes, pero poco a poco se ha ido reduciendo el requisito de la edad y ayer vimos como un muchacho, que los testigos señalan como alguien de alrededor de diez años, mató a balazos al conductor de un automóvil.
Todos sabemos que los niños de esa edad, aun en esta era de la masiva información o desinformación, según usted lo quiera ver, están aún en la etapa primaria de su formación y por lo tanto no tienen aún totalmente definido un criterio que les permita tomar decisiones con absoluta racionalidad. Precisamente ese tipo de consideraciones fueron las que hicieron que nuestros legisladores consideraran que los menores de edad no podían ser tratados como delincuentes, porque se supone que no están en pleno y total ejercicio de sus capacidades.
Hoy en día, sin embargo, niños de diez años y aún de menos edad, son entrenados para cometer brutales crímenes y eso, tristemente, nos debe obligar a la reflexión sobre el futuro de la Patria. No porque esos jovencitos vayan a ser algún día nuestros dirigentes, porque lo más probable es que en el ritmo de vida que llevan terminen a su vez víctimas de la violencia en poco tiempo porque así ocurre generalmente con quienes se incorporan a las filas del crimen, pero sí porque pasmosamente cada vez son más los menores que se sienten atraídos por la vida criminal y eso significa que como sociedad hemos perdido el norte en la formación de buena parte de nuestra infancia. Cierto que la mayoría de los niños siguen siendo sanos y equilibrados, pero asusta ver cuánto ha crecido la cantidad de los que se desvían para convertirse en asesinos, lo cual refuerza la idea de que hemos fomentado y seguimos fomentando una atroz cultura de la muerte.
Minutero:
Vamos por muy mal camino
como patria y sociedad
con tanto niño asesino
disparando sin piedad