El filósofo Antoine Louis Claude, conde Destutt de Tracy, fue quien quizá por primera vez empleó la palabra “ideología”, que originalmente significaba ciencia de las ideas. La empleó en su obra “Élémens d’idéologie” (o “Elementos de ideología”), publicada entre los años 1801 y 1815. No pretendió ser el creador de la ideología, sino que reconoció que había sido creada por Étienne Bonnet de Condillac, influido por Francis Bacon y John Locke; y que había sido desarrollada por Pierre J. G. Cabanis.
Tracy afirmaba que la vida consciente consistía en percepción, memoria, juicio y voluntad. La causa de esas facultades eran las sensaciones. Las sensaciones eran causa de las ideas. Pensar consistía en sentir. La ideología debía investigar el origen y desarrollo de las ideas a partir de las sensaciones. Ya que las sensaciones eran fenómenos fisiológicos, la ideología debía investigar la fisiología humana; y la ideología debía ser parte de la zoología, “porque el conocimiento de un animal es incompleto si no se conocen sus facultades intelectuales”.
Tracy pretendía que la ideología era una ciencia que suministraba el fundamento para lograr una finalidad práctica. Afirmaba, por ejemplo, que la finalidad era, en economía, la propiedad privada y la libre transacción comercial; y en política, el gobierno republicano y el poder limitado del Estado. Claude Adrien Helvetius, que compartía el sensualismo de Tracy, afirmaba que la finalidad era incrementar las sensaciones placenteras del ser humano.
Karl Marx afirmó que “la historia de toda sociedad… es la historia de la lucha de clases”, o la historia del antagonismo entre clases opresoras o dominantes, y clases oprimidas o dominadas. La ideología era el pensamiento de la clase social dominante. Era un pensamiento que debía conferirle licitud moral, jurídica y política al interés de esa clase. Quien fuese miembro de la clase dominada pero profesase la ideología de la clase dominante, tenía una ilegítima consciencia de clase. Era una ilegitimidad por “proyección” de la consciencia de clase de la clase dominante, como afirmaba György Lukács, o por “hegemonía cultural”, como afirmaba Antonio Gramsci.
Hay diversas definiciones de ideología. Quizá provisionalmente es tolerable esta definición: es un modo de pensar sobre aquello que la sociedad debe ser y sobre la acción que hay que emprender para lograr ese deber ser, a partir de una concepción del mundo en general, y del ser humano en particular. La ideología tiene, entonces, por lo menos tres partes. La primera es gnoseológica, y consiste en los conocimientos en los que se fundamenta o pretende fundamentarse la concepción del mundo en general, y del ser humano en particular. La segunda es deontológica, y consiste en aquello que, por ejemplo, jurídica, política, económica, religiosa o teológicamente, la sociedad debe ser. La tercera es praxeológica, y consiste en la naturaleza de la acción que debe emprenderse para que la sociedad sea lo que debe ser. En esa definición está implícito un atributo esencial de la ideología: su finalidad no es la contemplación, sino la acción.
En una ideología, el conocimiento en el que se fundamenta la concepción del mundo en general, y del ser humano en particular, puede ser verdadero o falso. Aquello que la sociedad debe ser puede ser acertado o no acertado. Y las acciones pueden ser eficaces o ineficaces.
Post scriptum. Un imperativo moral categórico del ideólogo tendría que ser la preocupación por la verdad o la falsedad del conocimiento en que se fundamenta la deontología y la praxeología de su ideología.