Ideas sueltas


A veces los problemas nos abruman a tal punto que deseamos «bajarnos del tren», tomar un respiro y de nuevo echarnos a andar. Los pasajes son varios. Cuando un familiar padece una enfermedad terminal. Cuando no nos preparamos para una evaluación y desearí­amos que el tiempo de la prueba se pospusiera bajo cualquier motivo. Cuando vamos tarde a nuestras labores. Nuestras acciones y omisiones, actividades ambas al fin, nos traen consecuencias.

Walter Guillermo del Cid Ramí­rez
wdelcid@intelnet.net.gt

Nuestro paí­s se ha construido sobre la base de exclusiones acentuadas. El capitalino adjudicándose aires de superioridad frente al «ignorante» habitante del campo. El ladino mejor que el «indio». El letrado superlativamente dotado por encima de sus semejantes. Situaciones contrarias que conviven, acentúan nuestras miserias y nos impiden buscar más bien los elementos coincidentes, los de concertación y convergencia. Pareciera que nos gusta la exclusión, porque de alguna manera todos excluimos constantemente.

El criticón se ufana de sus irónicas frases y se adorna de lacónicas expresiones de rechazo y repulsión. El servil se engrandece al recibir una palmadita como reconocimiento a su dócil desempeño. El indolente se satisface de haber burlado la jornada y se regocija del engaño al hacer como que hace y no hace nada.

A donde sea que veamos a algunos de ellos vemos. O tal vez eso somos y no nos reconocemos. O no nos queremos reconocer como tales. Solemos proyectarnos en el imaginario de nuestros semejantes y algunas veces caemos prisioneros de la imagen errónea con la que somos percibidos. También nos gusta crear imágenes y proyectar expectativas y creer en las expectativas de otros. Como la esencia de lo polí­tico. Como la médula de lo electoral. Creer y hacernos creer.

Acechados como estamos de tan variados frentes. Oportunismo, acaparamiento, insensibilidad, dolor, hambre, miseria, dolor, criminalidad, injusticia, ausencia de seguridad, carencia de oportunidades, llanto y ambición, derroche y austeridad. Llenos de contradicciones. Rodeados de contrarios, de sentimientos y situaciones encontradas. De antí­podas.

Hoy sequí­a. Mañana torrentes de lluvia. Nuestro territorio es así­. Los ciclos se acentúan en fases cada vez más entrelazadas. La otrora riqueza de nuestra «eterna primavera» no es más que la vivencia del recuerdo de lo que fue y ya no es. Los aguantadores árboles de la 6ª. y 7ª. avenidas de la zona 9, pronto pasarán a engrosar el ejército de imágenes del recuerdo. La ciudad que hoy conocemos se transformará en una arrogante masa de concreto, asfalto y mamposterí­a cuya artificial belleza será contemplada con indiferencia.

Así­ la vida. Algunas ideas sueltas. Decir lo que no habí­a dicho antes o como antes no lo habí­a dicho. Y callar por callar. «Bajarme del tren». De mi propio tren. Por un instante, en unas lí­neas, mencionarlo todo, sin referirme con exclusividad a algo. Pensando y concluyendo que esa levedad que nos rodea, nos lleva irremediablemente frente a unas consecuencias a las que de nuevo en un mañana no muy lejano nos volveremos a quejar.