La crisis de gobernabilidad en el país se está manifestando en forma alarmante por la sucesión de conflictos entre los que hay que destacar los de ayer, es decir el motín en la cárcel de “máxima seguridad” (no es un chiste), y la acción tumultuaria en contra de personal y activos de una empresa minera por pobladores del departamento de Jalapa que se oponen a la extracción de minerales en su región.
Hoy grupos campesinos han marchado por la ciudad de Guatemala en forma pacífica para expresar por enésima vez sus ancestrales reclamos y seguramente que terminarán siendo escuchados por algún funcionario que ofrecerá la aprobación de la ley de Desarrollo Rural, pese a que ya el futuro Presidente del Congreso dijo que la misma no será aprobada como se consigna en el proyecto de ley que está para decisión final en el Legislativo.
A todo esto se suma el problema de la reconstrucción por los daños causados por el terremoto que, si nos atenemos a los antecedentes históricos, puede dar lugar a numerosos negocios realizados al amparo de la emergencia que vive el país y que abre las puertas a contrataciones onerosas para el Estado y sus recursos, pero sumamente lucrativas para los contratistas y los funcionarios que les adjudican las obras.
El tema de la formación del magisterio permanece como un sordo problema que está latente, aunque no haya de momento manifestaciones públicas, pero la intransigencia de las autoridades de Educación y su arbitraria actitud aseguran que ese asunto será uno de los detonantes de la crisis de enero.
Todo ello ocurre mientras los guatemaltecos seguimos ocupados en nuestros asuntos del día a día y mientras nos preocupamos por la proximidad de las fiestas en medio de una absoluta indiferencia por esos signos preocupantes de crisis política y de riesgos serios para la gobernabilidad.
Hemos tolerado la corrupción que se ha exacerbado en tanto en el sector público como privado y nos desentendemos de los reclamos de la población como si fueran únicamente expresiones revoltosas y no demandas en temas sensitivos que ameritan poner toda la atención. El gobierno está en lo suyo, que es lo mismo que han hecho los últimos gobiernos, es decir, exprimir el erario para pago de facturas políticas, mientras la opinión pública se desentiende de los temas generadores de inestabilidad y anarquía.
No podemos seguir viendo con indiferencia cómo el país se encamina a nuevas rutas de confrontación y de ingobernabilidad porque, al fin de cuentas, eso nos terminará pasando la factura a todos, sobre todo si seguimos pecando sea por acción o por omisión para encarar una lacerante realidad.
Minutero:
Hay un sordo malestar
que se va manifestando;
si lo siguen ignorando
todo puede reventar