¿Boleta electoral, o cartón de loterí­a?


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¿De qué es de lo que nos quejamos durante las Elecciones? De la campaña adelantada, de la contaminación visual, de la saturación de anuncios micos, de las cancioncitas y, sobre todo, de la falta de propuestas concretas. ¿Cómo podrí­amos resolver este problema?

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Creo que el problema esencial de nuestra democracia, y su principal fallo, es la boleta electoral. Más que un listado de candidatos a los puestos públicos, parece un cartón de loterí­a. Y no es cuestión porque los aspirantes se quieran ganar el “loteriazo” del cheque en blanco que representan nuestros puestos públicos actualmente. Es que, visualmente, en realidad parece un cartón de loterí­a de feria.

Los partidos polí­ticos, según justifican, se apresuran para inscribir a sus candidatos ante el TSE, debido a que quieren escoger la mejor posición en el cartón electoral, ¡perdón!, digo boleta electoral. Según dicen los “expertos”, los “asesores” de campaña, la mejor posición es la casilla superior izquierda, porque la “psicologí­a del ojo humano” advierte primero esta posición. En ese orden, el segundo lugar buscará las esquinas para que el votante los mire mejor. El último deberá conformarse con la casilla de en medio, la más escondida, según esta teorí­a visual.

Digo esto porque la justificación de los partidos no ha sido que se inscriben lo más rápido posible para evitar contratiempos, o para obtener YA su inmunidad temporal como candidato. No, dicen que lo hacen por la posición en la papeleta. En ese sentido, los partidos polí­ticos están reconociendo que creen que el votante, en el momento de observar la boleta, aún no saben por quién votar, y elegirán al más visible en la papeleta.

Es decir, que los polí­ticos (y el TSE) nos creen estúpidos, porque nos pintan con manzanitas un mecanismo que deberí­a ser uno de los procesos mentales más desarrollados del “homo democraticus”: elegir a nuestros representantes.

Es por ello que los partidos polí­ticos se esfuerzan por posicionar sus sí­mbolos y sus caras. El votante, pues, no debe pensar en propuestas o equipo que acompaña al candidato, sino en la cancioncita, en los colores del partido o en la cara del candidato, como que si fuéramos analfabetas que no sabemos leer, sino que sólo reconocer dibujitos.

La solución podrí­a ser muy simple: eliminemos colores, caras de candidatos y hasta los sí­mbolos de los partidos de las papeletas electorales, y dejemos únicamente el nombre del candidato y el partido polí­tico o comité cí­vico que lo impulsa. Incluso, esto representarí­a una reducción del costo.

Hace algunos años, partidos polí­ticos se mostraron muy entusiastas en que las elecciones a diputados (listado nacional, distrital y el Parlacen) fuera uninominal, y no por planilla. Es decir, elegir directamente a un diputado, y no un listado de diputados. Sin embargo, la excusa que presentaron para no hacerlo era que la boleta serí­a extremadamente grande. Pero si se eliminan rostros, y se incluyen sólo nombres, en una papeleta en blanco y negro, cabrí­an todos los candidatos que aspiran a un puesto.

Con este tipo de papeleta, perderí­an mucho el sentido las cancioncitas, las campañas adelantadas (so pretexto de posicionar el sí­mbolo del partido), las caras sonrientes, los colores, y empezarí­an a regir más las propuestas o el grado de conocimiento del trabajo polí­tico-social realizado por el candidato.

Por supuesto que hay excepciones, porque podrí­a haber papeletas especiales para analfabetas (al igual que hay papeletas especiales para no videntes). Pero esta tendencia irí­a a la baja, porque los últimos gobiernos han indicado que el í­ndice de analfabetismo tiende cada vez al cero.

La propuesta no es muy traumática. En otros paí­ses ya se hace, sino del todo, la papeleta electoral cada vez es más simple, incluso en blanco y negro.

Los procesos electorales menores en nuestro paí­s (elección de rector, de presidentes de colegios profesionales, etc.) las papeletas son más simples. A veces, son boletas en blanco, en que el votante debe escribir el nombre del candidato por el que vota, o bien el número de la planilla. ¿Por qué si las elecciones menores en nuestro paí­s son más serias, insistimos en que nuestra principal elección sea más parecida a un loteriazo? Como dije, la boleta electoral nos podrí­a dar la clave del principal fallo de nuestra democracia.