¡Ay, amor, ya no me quieras tanto!


GLADYS_MONTERROSO

“Dos cosas me admiran: La inteligencia de las bestias, y la bestialidad de los hombres”

Flora Tristán

Gladys Monterrroso
licgla@yahoo.es

 


Tanto en Guatemala como a nivel mundial se está desarrollando un fenómeno que, increíblemente, sigue aumentando, y no existe aparente explicación lógica para el mismo: la muerte de mujeres de cualquier estrato social y nacionalidad por parte de sus parejas y exparejas, aunque no todos los casos son del dominio público, porque la doble moral de los países desarrollados minimizan este tipo de actos, y en países como el nuestro solamente cuando son personas que viven en las zonas de las élites económicas, o apellidos reconocidos, se les da importancia; eso no significa que en los grupos de menos recursos, este fenómeno no suceda, y con mayor frecuencia del que pudiésemos sospechar.

Desde siempre a la mujer se le ha visto como un ser creado para servir, y en la sociedad guatemalteca desde niñas se nos enseña a que nuestro espacio en la vida es el de subordinación, en los hogares la mayoría de los padres, a las niñas les inculcan que deben ser hacendosas, se les regalan trastecitos, bebés, y cuanto juguete la identifique como un ser dedicado exclusivamente a ciertas labores hogareñas, aun con los cambios culturales que hemos vivido, se mantiene arraigada la concepción de la mujer objeto, prueba de ello, son algunos diarios en Guatemala, en los que se cosifica a la mujer, a tal grado que niños ven diariamente a cantidad de jóvenes en poses no precisamente, como Victoria Secret, esta cosificación aceptada por las mismas mujeres, afecta el concepto que desde niños los hombres tienen de la mujer en general, aunado a una cultura machista desde el hogar, no puede dar como resultado otras actitudes más que las que hemos vivido y vivimos actualmente, no solamente en Guatemala, en ciudades desarrolladas como España, veo en los noticieros vivencias como las nuestras, solamente que los matices allí son diferentes, aunque el resultado es el mismo, maltrato a la mujer hasta límites de provocar la muerte, aunque cause escándalo, el fenómeno crece cada día más.

Culturalmente hemos avanzado, pero los rezagos de la situación de la mujer han variado muy poco en relación al avance en otros aspectos culturales, recuerdo que mi madre me comentaba cuando era niña (Y no creo que me haya mentido) que cuando ella era niña se hablaba de las ‘estacadas’, y me explicó el significado del término, lo cual a mi corta edad me dejó afectada, ella me comentaba que cuando una mujer era infiel, el hombre tenía la potestad de castigar a la mujer, y que un castigo aceptado en el interior de la república,  era la muerte, pero era una muerte lenta y dolorosa, ya que varios hombres, entre ellos el ofendido, afilaban una vara de bambú delgada, le afilaban la punta, se la introducían a la infiel en la vagina hasta que llegaba a su garganta, y sembraban a la supuesta infiel, en un lugar de paso, para que todos vieran cómo terminaba la indigna.

Leí también hace algún tiempo que los cuentos infantiles en donde bellas princesas son rescatadas por amorosos príncipes, no nacieron precisamente de esa forma, que son historias crueles, que fueron transmitiéndose verbalmente, en el tiempo, y que los hermanos Grimm, con su imaginación convirtieron en bellas historias de amor, pero de tales historias nada es real.
El problema es que (incluyéndome) todas las madres contamos las mismas historias, y creamos en las niñas ideales sobre situaciones inexistentes, la niña crece, se hace adolescente, ya no cree en los cuentos, posteriormente mujer, y vive la cruda realidad : 1) Los príncipes azules no existen, la historia de Diana de Gales es la mejor prueba, 2) No conocemos a los hombres, ni ellos a la mujeres, y tenemos diferentes conceptos de nuestro sexo, 3) Los estereotipos sobre la belleza, pesan mucho en la mujer, lo que hace que muy pocas tratemos de tener identidad física propia, 4) Esos mismos estereotipos pesan en el hombre, por lo que siempre busca el ideal de belleza inexistente, ya que todas y todos nos encontramos llenos de defectos visibles y no visibles.

Pero toda esta cultura impuesta desde niños no siempre es superada, tanto por hombres como mujeres, y en estado síquico de no aceptación de que lo que se idealizó no existe, que el enamoramiento, tanto como la felicidad son efímeros, sin aceptarlo, se han cometido crímenes que por el grado de impacto, dependiendo de la situación socioeconómica de los protagonistas, impactan más o menos a la sociedad, por lo mediático con que manejan el amarillismo los medios de comunicación. Pero la situación planteada no solamente es grave, sino que no es propia de un solo estrato socioeconómico, ni tampoco de Guatemala, tiene mucha más relevancia, y se encuentra generalizado, no señores, las muertes de mujeres producto de un problema de pareja, son muchas más de las que creemos, y aún más de las que se hacen públicas. Pero antes que este fenómeno que no es de hoy, sea imparable ¿Que debemos hacer? A mi humilde opinión concientizar a los padres, que tanto niños como niñas son seres humanos, que no existe diferencia entre los unos y las otras, que todos y todas tenemos el derecho al respeto de nuestro rol en la vida, que la  fortaleza la tenemos ubicada en diferentes elementos de nuestro ser, pero que somos tan fuertes unos como las otras, y que nos debemos respetar mutuamente.

Hace algunos meses en televisión vi una película basada en una historia real  llamada “La Muerte de Soraya” En un distante pueblo iraní, Sahebjam, un reportero, es abordado por Zahra, una mujer con una desgarradora historia que contar acerca de su sobrina Soraya y las circunstancias de su sangrienta y cruel muerte el día anterior. Su historia trata de exponer la inhumanidad de la ley islámica y el fundamentalismo. La última y única esperanza de justicia está en manos del periodista, que tiene que escapar con la historia, contada y grabada por Zahra,  con el fin de volverse la voz de esta inocente mujer y contarle al mundo la violencia brutal de la que fue víctima, ya que murió lapidada, por la confabulación de su esposo que enamorado de otra mujer, le pide (machismo al fin) al padre del niño que cuida, que declare  que ella es infiel.

Las víctimas no pueden revivir, pero lo que sí podemos hacer en nombre de todas ellas, es impulsar una cultura diferente, tanto en hombres como mujeres, desde el seno del hogar, y si este no existe, donde podamos, con las amistades, en los centros de estudio, en la familia, en todos los espacios posibles, porque no podemos seguir viviendo en esta vorágine de muertes de mujeres en manos de hombres, que dicen haberlas amado, o que paguen para que otros lo hagan.

BASTA YA DE QUITAR LA VIDA A PERSONAS VALIOSAS, EN ARRANQUES PASIONALES, Y DE QUITARSE UNA VIDA QUE MERECE SER VIVIDA, PADRES  MADRES, HERMANOS, MAESTROS, EN NOSOTROS ESTÁ LA SOLUCIÓN.