Cuando hace unos meses el Ministro de Finanzas dio marcha atrás en la anulación de los contratos de medicinas, pensé que el retroceso había sido condicionante para la aprobación de la actualización tributaria y conforme fueron pasando los días, surgieron versiones que apuntaban a ello, a pesar que el oficialismo lo negó a capa y espada.
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No es difícil pensar de esa manera y ahora que se conoce que la elección del nuevo Procurador de los Derechos Humanos fue negociada hace mucho tiempo y dentro del mismo “paquete”, según nos declaró un diputado el día de ayer, hay muchas cosas que hacen sentido, pero no puede uno sino sentir decepción por cómo son las cosas en nuestro país.
En Guatemala debemos estar claros que se negocian los puestos a elección popular, el no pago de impuestos, las obras públicas, los fideicomisos, el pago anticipado de contratos, el pago de crédito fiscal, el otorgamiento de contratos y resoluciones ilegales, plazas y subsidios estatales y así, podemos seguir enumerando un sinfín de situaciones.
Lo que yo me pregunto es si en determinado momento algún loco se pondrá a negociar a favor de la transparencia en el país. ¿Llegará el día que algún político nuestro, negociará con su pueblo, y le ofrecerá luchar por la transparencia, contra la corrupción, pidiéndonos y exigiéndonos a cambio que ejerzamos ciudadanía?
Por ciudadanía me refiero al cumplimiento de nuestras obligaciones, el pago de nuestros impuestos, cero tolerancia a las conductas perversas y corruptas, pero sobre todo, el asumir una postura categórica y definitiva de cambio que debe empezar viendo hacia dentro para entonar un mea culpa, y a partir de ahí, iniciar la ruta del cambio.
Y lo que sucede y preocupa es que ante una clase política que se queda en el palabrerío, diciéndonos que quieren y que vamos a cambiar, pero que con sus hechos diarios nos demuestran lo contrario, repitiendo los mismos vicios de corrupción y tráfico de influencias que en ocasiones hasta han criticado, deberíamos ser los ciudadanos los que demandamos ese cambio. Han pasado los años, y en este gobierno los días, y nos conformamos con cambios estéticos que dan la apariencia de que se está haciendo algo, pero son hechos que más temprano que tarde se toparán con hueso y nada cambiará, porque el modelo está muy bien hecho para eso.
La actividad de Tengo Algo que Dar, puso sobre el tapete la desnutrición ante los ojos de los capitalinos que en ocasiones no entienden nuestra realidad como país. Pero como lo dije en la reunión a la que fui invitado y luego en un correo electrónico a uno de los promotores, la idea es muy buena, sin embargo, sin transparencia no habrá dinero suficiente para empezar a resolver los problemas de fondo, en el tema de la desnutrición y muchos otros.
La gente no ha dejado de comer porque quiere, pero sí ha dejado de comer porque hemos sido incapaces de invertir en su desarrollo, educándolos, preparándolos para la vida, darles medicina preventiva y oportunidades; quienes han tenido el mando han preferido armarse ellos y sus generaciones con dinero de la gente y nosotros lo hemos tolerado como sociedad.
Por tanto, creo que se presenta una oportunidad especial, es decir, ahora las fuerzas se deben concentrar en lograr transparencia y a mi juicio debemos poner una piedra sólida sobre la que se pueda construir a futuro, es la única forma que yo veo de resolver los problemas de fondo.
Y eso pasará, si los miles que hemos visto los problemas del país, más los que ahora regresaron impresionados (incluyendo funcionarios a los que les tocará demostrar que no fue una oportunidad de foto como se dice en Estados Unidos) exigimos a los políticos que abandonen la sucia tradición y que es el momento en que la transparencia sea la base del desarrollo, y la antesala a la cárcel de muchos políticos y contratistas, porque ese, justamente ese, es el problema que debemos sortear unidos en sociedad.