Por más que quisiera dejar de abordar temas relacionados con la política partidista, es muy difícil; sobre todo cuando pienso que algunos dirigentes de esa casta nos ven cara de babosos a los guatemaltecos, si no es que en realidad somos tan insensatos que le damos crédito a declaraciones de estos ingeniosos líderes y observamos con indiferencia, o aceptamos como un hecho marcado por débiles líneas de honestidad, las actividades de organizaciones de esta estofa.
La noche del domingo suspendí la lectura del libro “Constitución y constituyentes del 45 en Guatemala”, cuyo autor, el doctor Jorge Mario García Laguardia, tuvo la generosidad de obsequiarme un ejemplar, para enterarme por la televisión de lo ocurrido en varias zonas del sur poniente de la ciudad por un remolino que hizo estragos en esa área.
Aproveché el momento para presenciar el desarrollo de las noticias, y de esa cuenta observé escenas de la asamblea del nuevo partido bautizado con el chabacano nombre de “Todos”, que habrá dejado a más de un experto con la boca abierta, como a mí me cubrió un manto de estupefacción cuando escuché y al día siguiente leí revelaciones del diputado Roberto Alejos, quien fue proclamado ¡imagínese usted tanta vehemencia y decoro! “máximo líder” de ese colectivo, que no anduvo con miserias para sufragar los gastos de una reunión a la que asistieron más de 4 mil simpatizantes de 12 departamentos, y la actuación de grupos musicales que amenizaron ese fraternal encuentro de guatemaltecos que, de la noche a la mañana, se convirtieron en ambientalistas. ¡…uta!
Don Roberto, entre otras sutiles y pertinentes divagaciones, expresó que había sido elegido para el honroso cargo de Secretario General de la formación política el mancebo Felipe Alejos, quien devino en “el guatemalteco más joven” en ostentar esa maravillosa responsabilidad, sin que para esa ardua escogencia haya tenido nada que ver que el efebo político sea primo hermano del “líder máximo”. Hasta me dieron ganas de llorar por la emoción. Pero me contuve y sólo un suspiro de gratitud surgió de mi agobiado pecho.
Según la crónica periodística, el nombre del supremo caudillo del apabullante partido morado fue ovacionado por la muchedumbre de admiradores; pero ese diputado, con la modestia y humildad que ya hubiera querido para sí el hindú Mahatma Gandhi, “Negó que se perfile como candidato presidencial para las próximas elecciones” ¿No es, acaso, otra muestra más de abnegación?
El altruista legislador rechazó rotundamente que “haya adquirido por una suma de dinero la ficha” del extinto partido Los Verdes, y explicó que “En lugar de incluir a otro partido político al cartón”, se aliaron con la organización que fue fundada y dirigida hasta el último suspiro por el señor Rodolfo Rosales, quien apareció circunspecto en las fotografías de prensa. No se percibió su billetera.
Por supuesto que es mera casualidad que al difunto partido le habían fijado de plazo hasta el 20 de septiembre próximo para realizar su asamblea general, puesto que, de lo contrario, desaparecería del mapa político. ¡Coincidencias de la vida; nada más!
Para mí fue conmovedor enterarme que la mayoría de los integrantes del comité ejecutivo del nuevo colectivo fueron dirigentes de la agonizante UNE y funcionarios de altos vuelos del gobierno que presidió el siempre ausente Álvaro Colom, y que ahora, al frente de “Todos” están dispuestos a “combatir la pobreza, desempleo y desnutrición”. Al llegar a este punto si ya no me pude aguantar, derramé lágrimas a causa de tan asombrosa sensibilidad social.
(El metiche Romualdo Tishudo pregunta a diputados parados frente al Congreso:–¿Qué pasa que están todos en la calle y asustados? Un legislador morado responde: –Es que hubo una amenaza telefónica diciendo que habían puesto un libro de García Laguardia en el edificio).